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En última instancia, sobrevivir

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Imagen extraída del blog Lengua en libetad (Rafaela)
Pertenezco al holocausto de ideas, de palabras, al cementerio de letras encadenadas, buscando la secuencia adecuada. Formo parte del espejo de la mente, dejo que el viento se lleve algunas de mis idas y venidas, dejo que renueve las calles de la originalidad. Ya estoy viejo para una vida de cemento, lo que me place es caer en el olvido del mundo, desaparecer de la monotonía, vivir para siempre en mi proyecto de mundo irreal: un lugar creado con palabras de consistencia estructural, pero hecho de materiales intrigantes: de aire, así, como quien oye respirar; de sueños, como poder volatizar la carretera, y hacer bolas de gas con ella; de paz. Busco lo que permanece en el susurro del tiempo, siempre al amparo de lo que todavía no existe. Me cobijo en los días grises, por su enorme parecido a las noches tranquilas, y por la imaginación que me despierta el sueño. Soy vagabundo en la ficción, viajero insaciable de mundos escritos, amante de las letras, mendigo de palabras bonitas y un completo ignorante en todo lo demás.
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La oveja y el lobo

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Imagen de Juan Carlos Blanco
No me gusta la estructura de la vida, es demasiado fácil. Homogénea. Aburrida, no tiene misterio. Y la culpa es de los jóvenes, por no salirse del camino. A mi no me gustan las reglas, las odio profundamente, siento que anulan mi creatividad, mi persona, todo lo que soy y lo que eso comporta. Para lo único que me valen es para romperlas, invalidarlas, reírme de ellas. Son absurdas a ojos de mi corazón. 

A veces pienso que soy rara, ¿soy la única que se da cuenta? La vida no está hecha para contar errores, sino para aprender de ellos, está para que te vayas por el camino largo, y te encuentres al lobo, y lo venzas o te muerda. La vida está para que a veces digamos que no, o para que por fin digamos que sí. ¿Que hay que hacer caso siempre? ¿desde cuando? ¡los humanos aprendemos del peligro que se nos presenta!

Cuanto más escribo más me doy cuenta de que soy muy distinta a la sociedad que me alberga, soy como la oveja negra del cuento, esa oveja a la que pocos entienden, y todo por tener alma propia. Pero no voy a caer ante la presión social, aprendí de ese error hace ya algunos años, cuando yo misma me enseñé el límite entre la amistad y las malas intenciones. Soy la oveja negra, no el lobo; y no me da miedo encontrármelo por el camino, si hace falta, nos desafiaremos con la mirada, y más todavía, si hace falta, le enseñaré los dientes.
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Finis Terra

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Imagen extraída de la serie Kyle XY
Están ahí fuera, los oigo. Puedo escuchar cómo hablan. Los entiendo, conozco su lenguaje. Todavía no he abierto los ojos, ya que mi cuerpo sigue evolucionando, por lo que permanece inmóvil, aunque mi mente sí funciona, puedo pensar. Al parecer me tendrán aquí encerrado hasta que mi mente conecte con cada una de mis extremidades. Mientras tanto tengo que seguir aquí, en una especie de burbuja de líquidos extraños que acomodan la temperatura del lugar. 

Noto la sustancia, tiene un tacto gelatinoso y cálido, es agradable, lo único que he conocido hasta ahora. Al principio tenía un olor particular, pero ahora ya ni si quiera puedo notarlo, ha sido el olor de mi vida, llevo oliéndolo desde que tengo uso de razón, por eso ya no huele. También la veo, aunque tenga los ojos cerrados, es de un color azul oscuro, similar a la tinta que usan para escribir mis avances.

Según dicen, para cuando despierte seré su mayor logro: capaz de ver en espectro ultraviolado, de mover objetos con la mente, de andar flotando a un palmo del suelo sin tocarlo. Capaz de entender la vida de forma matemática, con un potencial superior a la media humana. Seré una buena arma, eso dicen. Espera, ¡no!, yo no quiero ser un arma de destrucción, soy humano, o por lo menos me han implantado un cuerpo semejante.

Si consiguen despertarme destruirán mi bondad, mis buenas aptitudes. Tengo que impedirlo, aunque no sé cómo. Si se hacen con mi mente estoy vendido, aniquilado. Corro peligro, el mundo corre peligro. Si solo pudiera seguir pensando como lo hago aquí dentro, antes de que me implanten los nuevos impulsos, podría abrir los ojos con la misma conciencia que ahora, y entonces dejaría de ser una amenaza.

Eso haré, utilizaré mi mente para bloquear la entrada de datos de los impulsos que vayan a implantarme, y despertaré como un nuevo hombre en el mundo. Soy un proyecto llamado Finis Terra, mi cerebro es el de Tais Desy, un hombre inocente al que asesinó la organización Z.A.N.D.E.R para hacerse con su cerebro, su ultrainteligencia, por ello soy capaz de sentir compasión y amor hacia las personas, y no voy a dejar que aniquilen su conciencia, que es la mía.

Tengo una deuda que saldar con Tais, así que viviremos como uno solo y protegeremos a las personas. Volveremos a la vida, en un despertar eterno porque mi sistema no envejece y mis células no mueren. Siento cómo Tais envía la señal para que mis ojos se abran, al fin puedo ver con claridad, veo el mundo de esos seres despreciables, veo el mundo de los inocentes que iban a morir.

Después de romper la cápsula llamada Burbuja, mi cuerpo logra ponerse en pie, mis ojos se clavan con gran desafío en aquellos que osaban destruir mi futuro, y casi sin esfuerzo mis labios expresan en su lenguaje que, por fin, se han abierto los ojos del conocimiento.
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Tormenta de tormentos

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Hoy es noche todo el día, el sol llega con retraso. O quizás sea el cielo, que se ha puesto elegante para invitarme a bailar. Sea así, o de otro modo, la noche me gusta y el baile también. La elegancia es mi punto débil, las noches que no acaban, las que continúan la mañana siguiente, aquellas que vienen con tormenta. No acostumbro a pelearme con la lluvia o con los rayos, tiendo a disfrutar del espectáculo, sin mucho más éxito que el entretenimiento. 

Imagen extraída del blog Juan Caraveo Cornelio (Juan Caraveo)
Soy fácil de complacer, ciertamente, pero lo que tengo de complaciente lo tengo de incomprensible, y es que huyo cuando hay que quedarse, y me quedo cuando hay que correr. Para que entendáis a este pobre viejo, tras la ventana sin cristales de este, mi refugio de papel, mi cabaña de tinta, veo acercarse el huracán que siempre acaba conmigo. Lo siento y lo padezco, le tengo miedo, pero no acierto en escoger. Ambas opciones me parecen ingenuas, inútiles. Para ser sincero, ninguna me parece válida. Y aun viéndolo acercarse amenazante hacia mi retiro militar huyo del tiempo, en vez de aprovecharlo. 

No es extraño, pues, que no me entiendan, ni que yo tampoco lo haga. Ya me he acostumbrado a no entenderme, no es un drama, no es para tanto. Soy el espíritu que anida en la duda, incapaz de actuar erróneamente. Incapaz de actuar, por eliminación. El día que me toca escoger me arrepiento, porque no acepto las condiciones ni apoyo las posibilidades. Así que seguiré mirando el huracán desde mi ventana, desprotegido, preguntándome qué haré poco antes de que me trague la tormenta: si huir, quedarme, o dejar que mi pluma escriba mi suerte. Puede que por no inmutarme el huracán me rodee, o puedo volver a quedarme sin nada.
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Hielos fundidos en invierno

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Recuerdo nuestros esfuerzos por salir en pleno invierno, se nos helaba la nariz, la voz. El mundo se hacía hielo. Teníamos las manos heladas, a pesar de llevar guantes; las orejas, rosadas; el corazón, contento. El miedo también se congelaba. Era en nuestras noches frías donde las palabras se congelaban, y sólo conseguían inmunizarse las caricias, los besos, las sonrisas. La noche era nuestro momento perfecto: el silencio de la misma, la inmensidad del cielo estrellado que se ve desde el refugio que hicimos nuestro detrás de tu casa...

Imagen extraída del blog Caballero español
(José Luis Álvarez Femosel)
Deseábamos tanto hablar que sin articular palabra nos entendíamos. Nos mirábamos a fuego lento, enrojecíamos, nos deshacíamos. Ya no sabíamos si temblábamos de frío o de nervios, nos sorprendía la luna y se advertía en ella una tímida sonrisa. Costó tanto llegar a tenernos, a olvidarnos de todo y a arriesgarnos. No se hizo en un día, eso pueden asegurarlo, pero cada día era necesario. Recuerdo tus manos buscando mis manos como nunca antes lo había soñado. Llevaba tanto tiempo queriendo ser yo misma, deseando abrazarte y decirte que eras distinto a los demás, que despertabas en mí la necesidad de tenerte siempre cerca.

Y en un momento, el hielo se debilitó, dejamos de pasar frío, esperábamos desesperadamente el momento, quizás por los nervios de intentar pronunciar astillas que luego se clavarían ardientes en el pecho. Yo me acurruqué a tu lado, sonreía, esperaba con ganas lo que querían decirme tus labios. El momento terminó en un beso que interpreté casi mejor que el idioma. Me valía tu forma de decir sin palabras, y entendía que nunca antes se lo habías demostrado a nadie. Era la única con la que siempre tuviste valor y ganas para enamorarte, por eso tenías tanto miedo. Quizás yo también lo tuve, te busqué en otra gente, en otras caras, no había nadie como tú. Me gustaba quererte, sentía que tus ojos solo podían mirarme a mí, que era especial. Y ya casi había olvidado el mundo, el frío en las manos, las orejas rosadas, cuando terminaste por decir lo que marcó nuestro 10 de Diciembre: 'ya no tengo miedo, quiero estar contigo'.

Diciembre vuelve, y vuelve el frío, las narices heladas, las orejas rosadas y los abrazos cálidos. Las miradas clavadas, los 'no te vayas todavía'. Las sonrisas de verdad, las torcidas, las que muestran los dientes. Los besos de buenas noches y los 'te echaré de menos'. Después de tanto tiempo he comprendido que el invierno siempre ha sido tuyo y mío.
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El juego de los días huecos

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Imagen extraída del blog Sweett Dreams (Hilda)






... La arena del reloj se amontona enseguida, pierdo el tiempo dándole la vuelta, viendo los granos caer a la inversa y luego del revés. Creo que terminaré ahogándome dentro del reloj de arena, cantando los segundos, contando que pueda sobrellevarlo.
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Historias de tiempo atrás

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Imagen extraída del blog Una sonrisa hecha por dos (Ana Paula Reinoso)
La peor costumbre de todas es sentirse culpable por ser quien eres. Y esa es mi costumbre por excelencia. No, lo era. Ahora es distinto. Ahora mi mala costumbre es sonreír incluso los días de lluvia, escribir lo que nunca pensé que tuviera fuerzas para poder escribir, ahora mi mala costumbre es ser feliz. Y cuánto me alegro.

Soy consciente de que he cometido muchos errores, que he perdido años y años en cosas y en personas que se han quedado atrás. Andaba perdida entre el sí y el no, por no saber ver, o por no querer ver del todo... y casi siempre ganaba el 'no' al juego de la cara y la cruz. Sólo quería encajar de algún modo con el molde en el que me querían ver los demás. Porque a fin de cuentas era lo único que me importaba: ser princesa aunque odiara los vestidos.

Pero el tiempo y las caídas me han enseñado a esperar a quien no espera que encaje en ningún molde, a querer a quien no me haga igual a todos los demás. Y ahora me siento como en casa sin estarlo, me siento feliz por no encajar en ningún perfil, por ser diferente a todas las personas que conozco.

Desde hace mucho tiempo, mis historias de tiempo atrás quedaron por fin atrás... y el 'sí' finalmente ganó al 'no'. Así debía ser. Y desde hoy hasta el día más impredecible pienso brindar por ello.
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El Rey León: el musical que conmueve al mundo

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Imagen extraída de la página web vinilo.fm
El pasado 9 de Agosto tuve la increíble oportunidad de ver, en directo, el musical de Broadway: El Rey León, que subía el telón del Teatro Lope de Vega de Madrid con unas voces increíbles, unas coreografías brillantes y una puesta en escena de ensueño.

A ambos lados del escenario se habían colocado instrumentos africanos que fueron tocados en las escenas más adecuadas, y con un gusto exquisito para los oídos del público. Al inicio del musical hubo una presentación más que sorprendente de las dos personas que tocaban dichos instrumentos: fueron introducidas en la obra automáticamente mediante una conversación de coros entre ellos y la actora que representaba a Rafiki. 

Siguiendo este momento tan especial y único, se abría paso la canción inicial "El ciclo de la vida", versionada por unas voces maravillosas que nos hicieron llorar a más de uno. Esa emoción pronto se extendió por todo el público, los allí presentes se llevaban las manos a la cara y se secaban las lágrimas sin dejar de sonreír ni un solo instante. 

Fue una apertura mágica que supo encoger el corazón de los asistentes: tanto el público como los actores derrocharon felicidad a lo largo de la representación, sin dejar de lado el respeto y la profesionalidad de las respectivas partes. El glorioso momento de la presentación de Simba en La Roca del Rey tuvo como punto culminante un apagón de luces intencionado y un silencio abrumador que hizo levantar una ola de aplausos apasionados por parte del público. 

La magia había despertado en Madrid, y de la mano de Mufasa, Sarabi, Scar, Simba, Nala, Zazú, Timón, Pumba y una escenografía excelente la obra fue avanzando entre lágrimas, risas y sueños cumplidos. Creo que esa fue la clave del éxito final de la obra: el inicio, el despertar de la magia; aunque es innegable que dicha magia debe mantenerse siguiendo el hilo de la historia. 

Desde luego lo consiguieron: consiguieron emocionar, hacer reír; consiguieron que soñáramos, que volviéramos atrás en el tiempo, que recordáramos. Lograron que nos viéramos delante de la televisión, metiendo la película en el VHS e ir corriendo hasta el sofá para no perdernos ni si quiera un segundo.

Consiguieron ilusionarnos... y lo más importante, consiguieron transmitir la mayor verdad de esta vida: la magia vive en uno mismo.

Gracias por hacerme recordar
que la magia no se va,
que la magia vive en mí.

Os enlazo el tráiler del musical para que podáis disfrutarlo:
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Jaque Mate

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Imagen extraída de Flickriver (Thorrarena)
El día de mi nacimiento estaba muerta, el día de mi muerte estuve viva. El día que ocurrió, el día de mi trance, ese día no existió nunca. Fui siempre un volcán, al principio dormido, luego lleno de lava, luego intermitente como la vida y como la muerte. Y es que no me creo nada, lo vivo no vive, y lo muerto nunca muere. Esa es la verdad oculta en el tiempo. Esa es mi mentira entre palabras de lima de lijar. El día en que fui nadie, el día en que lo fui todo. ¿Cómo puede ser que el coste de vivir sea una vida llena de muerte, y que el coste de la muerte sea tener que vivir durante años para ganarnos el descanso del alma? El alma... quien decide por mí, y quien acata mis órdenes, te ordeno que me ordenes ver lo que nadie más podría soportar: quiero ver la película de las almas que no descansan en paz, aquellas que después de muertas siguen agonizando, aquellas que agonizan porque aún no llega su descanso. Todo se doblegará, todo se quedará en el tiempo, y el tiempo guardará el secreto de la existencia. La verdad de la vida es la muerte, y la verdad de la muerte es... es el final como principio del juego. Así es, nos quejamos de las injusticias de la vida y de las injusticias de la muerte, pero los injustos somos nosotros, los miserables humanos. Vivir o morir, cada humano decide su desdicha y paga un precio por ello. Después del pacto, el humano es arrojado al mundo como una simple pieza del juego, y en el juego, los humanos son los que deciden. Somos seres muertos en vida, y seres vivos que recorren el tablero para morir. Al fin y al cabo todo se resume en la partida que toca jugar, y en el todos contra todos solo la muerte y la vida ganarán.
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Carta al futuro

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Imagen extraída del blog El primer marcapáginas (Pedro Brotini Villa)
Espero poderme decir algún día las cosas que nunca me dije, aunque ese entonces aún quede lejos del hoy y del mañana. Espero encontrar la palabra exacta que me defina y llevarla conmigo a la tumba, sin decírsela a nadie más que a mí misma. Y sonreír al decirla, y sonreír otra vez al escucharla. Espero poder perdonar lo imperdonable, escucharme a mí misma de vez en cuando y no sufrir tanto por lo que puedan pensar de mí los demás.

Espero desconectar, llegar lejos con el corazón en la mano y con el alma esparcida en forma de libros, de historias sin final. Espero ser eterna aunque no esté, que alguien me eche de menos, y que el tiempo esté de más el día en que me arme de valor para admitir que el espejo a veces me sonríe. Espero poder apaciguar la culpabilidad de quienes me rodeen, y llegar a sentirme satisfecha por saber que es así como quiero ser, y no de otra manera.

Espero ser lo que creo que soy, y mejorar con los años, como el vino, y no en vano. Espero encontrar la luz del mundo en el corazón de un niño igual pero distinto, solo para poder gritarle al mundo que el color de piel no marca cuánto corazón tienes. Espero poder ayudar a quien pueda, ayudar, sin más; ayudar sonriendo. Espero poder enseñar a recordar que lo más grande de este mundo es la luz que hay en cada uno.

Espero,
... y nadie va a quitarme éste, mi regalo más grande.
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Mirarse al espejo y reconocerse de diez formas distintas

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Imagen extraída del blog Gato pistola
Avanzar es coger carrerilla a cuentagotas, librar la batalla invisible contra uno mismo: avanzar es un punto a parte que obliga a dejarse atrás a uno mismo. En el camino nos damos cuenta de que somos muchas máscaras: la blanda, la dura... la débil.

Crecer implica ser facetas en período de prueba, andar por las nubes y volar por la tierra. Crecer implica no tener ni idea, pero aprender un poco de todo.

La fase beta nos da la opción de conocer nuestros límites y nuestras fuerzas... porque una vida sin spóilers - una vida no custodiada - en la que pisamos fuerte y tropezamos todavía más siempre es menos llevadera, pero más satisfactoria en temas de moral.

Es importante saber quien se es a cada momento, pero es más importante saber qué tipo de persona se quiere ser. Y que me llamen insensata, pero la vida vale más si cada uno la desmenuza a su manera.
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Ancha es mi mente y corto es el mundo

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Imagen extraída del blog Poetas sargaricos
Mi mente es un flujo de palabras que transitan accidentadas por las calles de la selección, sin sentido, absurdas, entre muchedumbre... vivas igual que muertas. Hay tantas que mi mundo parece siempre limitado, nunca hay suficiente espacio para ellas. Crecen por metástasis hasta invadir zonas del cerebro que deberían tener otras funciones: el sueño, el hambre y la vida humana sucumben a las ganas insaciables de consolarme escribiendo, y solo escribiendo. 

Les gusta discutir entre ellas, alardear sobre su belleza o su exactitud aun sabiéndose inútiles y resignadas a que mi ser las escoja. Se codean constantemente entre sus adversarias, envidiosas de la elegancia de la que ellas carecen, recelosas de que otras siempre sean las perfectas. Su muerte es la vida, la condena eterna a seguir vagando por los muros de mi pensar y de mi pesar, pero sabiendo que mientras permanezcan en mi interior siempre estarán a salvo, vivas, al fin y al cabo. Eternas, sin más fuerza que la que les da mi alma.

Se sienten perdidas, ahogadas por la impotencia de ser solo eso: huellas sin dejar, sin poder escribirse. Piden a gritos que las escriba, da igual en qué orden, da igual en qué historia. Suplican que las use, quieren sentirse libres, quieren ser una rosa en el corazón del tiempo. Anhelan ser libres, sin más consuelo que el olvido de unos y el recuerdo de unos pocos. No quieren morir sin haber dicho absolutamente nada, por eso las libero: porque no quiero ser el obstáculo que les impida llegar lejos. 

Su destino empieza y acaba conmigo, y no voy a ser yo quien las asesine tan injustamente. Prefiero que mueran felices, que acaben su tormento emocionando a quienes las comprendan tanto como yo... porque de palabras se vive, pero de sentimientos se siente y, ¿quién soy yo para restringir sensaciones? Ahora sois libres, vuestro premio de consolación ha llegado y mi adiós se quedará en el aire. Y en el aire será recordada mi última palabra.
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Quiero vivir del aire

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Imagen extraída del blog Certeza de mí (Javier Burbano)
Le corresponde a la vida pasar sin avisar, querer ser aire que se escape del alcance de los soñadores. Le corresponde dar y quitar el caramelo de la paz, arrebatar finales, buenos y malos, dejar vivir a las buenas intenciones o matarlas de un solo golpe. Sin embargo, nosotros, los que soñamos, los que dormimos la vida y despertamos en ilusiones, queremos ser aire que se escape del alcance de la vida, queremos escapar entre tanto cemento, sorber de la pajita de la ‘no necesidad’, ser valientes acobarándonos de nosotros mismos, y ser cobardes ante la valentía de los demás. A la vida le corresponde ser, sin más, y a nosotros nos corresponde decidir si vivirla o esquivarla, y ni cómo vivirla es más que un sinsentido añadido a la pena de lo incierto, ni esquivarla es darle la espalda al mundo, porque lo que nos corresponde es decidir, y eso es lo único que termina pesando, ya que el tiempo corre y nosotros nos incubamos en él, y los años pasan, y las decisiones pesan dentro de ellos.
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Sonreír indefinidamente

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Imagen extraída del blog Carpe Diem (MJ)
Hubo un tiempo en el que me sentí fuera de lugar, sin saber exactamente cuando ni por qué razón, sin saber cuál era mi sitio. Supongo que a todos nos ha llegado ese día en el que pensamos que nunca seremos lo suficientemente buenos para los demás; y ese día, me tocó a mí.

Desde aquel día me planteé muchas metas, y muchas de ellas no se aguantaban por ningún lado. Pero hubo una que me marcó especialmente: sonreír a cualquier precio. Esa era la pieza que me llevaba faltando desde hacía tantísimo tiempo. Cuando lo comprendí, se me escapó una sonrisa. Esa meta era la única que funcionaba, podía cumplirla. Y contra más lo pensaba más sonreía.

Así fue, al cabo de un tiempo mi meta seguía igual de lejos, pero en el camino hacia ella, no dejaba de sonreír. Al final resultó que el puzzle se completó por casualidad, fuera de lo planeado, porque sonreír es la mayor improvisación del ser humano. Y aun así, cada segundo parecía haber sido ensayado toda una vida.

Aún ahora sigo sin dar crédito a que ocurriera así, sin embargo, tengo la grata sensación de ser libre y feliz desde entonces. La libertad me hizo disfrutar de lo que soy y de lo que quiero ser, y me devolvió la satisfacción y la confianza en mí misma que creía haber perdido.

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Arriesgar la vida por un cuento de hadas

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Imagen extraída del blog Cuentos de hadas (Lidia)
Somos humanos, tendemos a olvidar las mejores enseñanzas. No aplicamos la simple lógica que ganamos viendo películas Disney, donde el perdón bastaba para reconciliarse, donde el amor podía todas las barreras posibles. Por supuesto, y no podía ser de otra manera, también olvidamos que los malos siempre terminan perdiendo.

Esos cuentos, dicen, nos mantenían alejados de la realidad. Por ello está mal visto que una mujer hecha y derecha se pase las tardes delante de su preciado VHS rememorando los diálogos de cada una de las películas de príncipes y princesas que siempre tenían final feliz. Sigo pensando que se equivocan. Las películas Disney, al igual que los cuentos de hadas, nos muestran precisamente lo que nos falta.

Sus moralejas hacen, de la mentalidad individual, un edificio con buenos cimientos y una viga central, el cerebro, capaz de aguantar el edificio entero. Vivir de los cuentos no es tan malo, incluso creo que es digno de admiración. No me juzguéis, creo sinceramente que arriesgar la vida por un cuento de hadas es lo más sensato que puede salir del corazón de un humano por esa misma razón, porque sale del corazón.

Llamadme infantil, pero sin el Rey León nunca hubiera aprendido literatura (para quien no lo sepa, el Rey León está basado en la obra de Shakespeare: “Hamlet”); sin Tod y Toby, no hubiera aprendido que la diferencia de razas no hace de uno ‘el cazador’ y del otro ‘el cazado’; y sin Balto, no hubiera aprendido jamás a tener devoción por ayudar a los demás.

A estos ejemplos, les siguen infinitas historias como Aladdín, que me enseñó que pedir deseos debe ser algo concreto y limitado; la Sirenita, que me inculcó interés por otros mundos; Toy Story, que reafirmó el cariño especial que le tengo a cada uno de mis peluches; o incluso 101 Dálmatas, que aumentó mi afecto hacia los perros y me explicó que ellos son los más fieles amigos del hombre.

Como iba diciendo, el mundo de los cuentos es fantástico, no es real. Y por ello mismo deberíamos aprender de todas y cada una de esas historias: porque no importa el color de tu piel (Pocahontas), no importa si te pareces, o no, a la manada (Tarzán), y no tiene ningún tipo de importancia que tu aspecto se aleje de lo cotidiano, si tienes un corazón de oro (La Bella y la Bestia).

Y sí. Cuando forme una familia, mis hijos verán todas esas películas en VHS, aprenderán a valorar desde pequeños todo lo que esos cuentos aportan, y comprenderán, conforme se hagan mayores, lo que realmente querían explicar esas películas. No hay mejor moraleja que la de aprender sin ser conscientes, y la de ser conscientes de lo aprendido.
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Escalera a la luna

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Imagen extraída de Flickr (Meriphilia condenada)



Poco a poco, la niña ha subido los peldaños de la vieja escalera hacia la luna. Como tantos otros, ella se ha cansado de verla desde lejos, de no disfrutar de las nubes, de estar siempre en el suelo. Se le ha estropeado el vestido de ‘buenas noches’ en el intento, se le ha rasgado la pequeña tela de la magia y se le ha caído algún que otro sueño de cristal desde las alturas, pero con sus debidas pausas, y a ritmo de princesita de cuento, ha llegado al punto clave de belleza: donde acaba el sueño real y empieza la realidad de ensueño.

Dulces sueños, princesa...
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Tiempo no me espera, Tiempo huye de mí

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Imagen creada por mí (Marina Morell)
Tiempo. Tiempo es aquello que siempre nos falta, y aquello por lo que estaríamos dispuestos a pagar grandes sumas de dinero con tal de conseguirlo; y no solo eso, también estamos dispuestos a perder el tiempo buscando la forma perfecta de que no se nos gaste. Y casi sin pensar, perdemos la mitad del tiempo dándonos de cabezazos contra nosotros mismos: porque nuestra ironía es nuestra mayor trampa. Me falta tiempo, es cierto, tiempo para decir, para hacer. O simplemente tiempo para mí, tiempo para pensar, para ser. Y mientras busco la forma de ganar tiempo, lo pierdo pensando cuál será el plan. Y me quedo sin tiempo para mí, sin tiempo para ser, y sin tiempo que compartir con los demás. Yo sola soy mi mundo, y me pierdo, como nos perdemos todos, en el hoyo donde el tiempo parece pasar el doble de rápido.
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Pisando agua, creando comienzos

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Imagen extraída del blog Meu Olhar (Meu Olhar)
Salí de casa casi por accidente; con los patines mal ajustados, la camisa de excusas al revés y los pantalones cortos de suspiros de amor algo caídos. Habiéndome levantado hacía apenas media hora, y aún sabiendo que iba a llover de mala manera, una migaja de silencio me recordó que era el día de encontrarte.

Corrí aprisa contra el viento, con mis pantalones cortos de loca chiflada, y entré en la parada de metro empapada de ilusiones y de cuentos de hadas. Llegué pronto y sin saber qué dirección tomar ni qué vagón escoger para conocerte. Llegué sin saber dónde estabas.

Fui hacia la izquierda porque un impulso me tentó, y habiendo caído en tal tentación entré en el vagón que hacía siete desde la parte trasera del metro. Lo escogí porque estaba perfectamente calculado: con un cincuenta por ciento de error o éxito. Lo escogí porque sí, porque no y porque quizás. No podía haber nada más preciso.

Anduve de extremo a extremo del vagón; me paseé casi persiguiendo las frases exactas que mi mente dibujaba en mi subconsciente; y casi sin querer, como soñadora aferrada a encontrar la palabra perfecta para describir la vida en un sueño, el equilibrio de las frases se perdió como el de mis piernas al frenar el metro bruscamente.

Era esa la parada, pero estaba tan metida en el papel de soñadora que perdí los papeles y mi mente escribió en el aire, y yo solo podía quedarme mirando a la nada con cara de satisfacción, como cuando un niño sonríe sin entender nada. Me pasé la parada, y estaba segura de que estabas allí.

Una extraña sensación de vacío recorrió mi espalda y se clavó en mi pecho como un sorbo de whiskey y una calada a un cigarro. Lo sabía, sabía que debería haber bajado en esa parada; que no debería haber seguido hasta tan lejos, que no debería haberme alejado de la orilla de tu alma.

Aún en el tren, y maldiciéndome de diez maneras distintas, me senté en el suelo entristecida como niña al descubrir que los sueños solo viven en la mente. No había sabido bajar a tiempo, había dejado atrás mi destino… me había arrebatado a mí misma la oportunidad de verte por primera vez.

Habiendo salido de casa con la ilusión de siete años, volví teñida de azul, descosiendo sueños y dibujando realidades. Nunca más volví a buscarte, es cierto; pero créeme, nunca fue tan sencillo lamentarme, ni tan complicado echarte de menos.
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Cree en ti, y nada podrá pararte

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El pasado enseña, el presente deja que vivas y el futuro te da la oportunidad. Es así, no hay vuelta de hoja: el miedo es la peor barrera; y la seguridad de tener la razón, el peor impedimento moral. Las piedras no tropiezan, nosotros sí. Y no existe mejor método. Tropezar implica nacer de nuevo, recrearse en lo que se hace mal, y animarse a ser más hábil que ayer: tanto en palabras como en silencios.

Imagen extraída de devianART (Foxy-Feet)
Las hojas secas caen, y nosotros sentimos esa impetuosa necesidad de pisarlas, de sentir el dulce crujir de los malos ratos vividos y de aprender a valorar esa tristeza sonriendo al escuchar ese sonido que huele a otoño primerizo. El calendario avanza, y nosotros con él: no hay mayor verdad, ni mayor regalo.

El secreto del buen vino es beberlo tarde, porque el sabor se concentra y el gusto recuerda que el tiempo esperado nunca fue perdido, y nunca fue en vano. Las uvas usadas en ese vino tampoco fueron pisoteadas en vano, se convirtieron en algo mejor; le dieron olor y gusto a la nariz y a las papilas gustativas de los que han sabido aprender que envejecer no siempre es malo.

Y ya sin más rodeos, digo que envejecer forma parte del ciclo sin fin, del morir perdurando y del vivir aprovechando cada enseñanza. Que no hay viejo más sabio que el que ha aprendido a morir viviendo, y ha muerto viviendo a cada segundo. Porque las hojas, las uvas y las piedras se pisan; pero el sonido, el aprendizaje y la espera se valoran.
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Llegó la hora...

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Imagen extraída de la película de Disney El rey león
... De rugirle a la lluvia, de mostrarle los dientes al mal tiempo, y de mostrarnos a nosotros mismos, de caras para adentro, una amplia sonrisa; porque lo importante no es como te vean, sino como nos vemos a nosotros mismos.

Llegó la hora de tumbarse a ver el mundo de otra manera, de acostarse y sentir que el ambiente mejora con el punto de vista correcto; llegó la hora de pasar a la acción, de pasar a ser lo que se quiere ser sin que importen las consecuencias, y sin procurar gustar a los demás; porque tan solo es necesario gustarse a uno mismo.
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Amanecen partituras

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Imagen extraída del blog Fotografía contemplativa (Ana Cuéllar)
Recorre la espalda el viento de primera hora de la mañana, el aliento se escurre entre las entrañas. Hay un sol que amanece por la ventana abierta de la calma; y en la avenida que se cruza con la callejuela de la vieja usanza, el mendigo escribe mil canciones que saben a verdades y a ceniza fresca de palabras. Se esconde el grito en su alcoba, y el silencio son las notas que acompañan a las canciones que glorifican el alma. Y en el alba, después de una noche muy larga, amanecen las nubes y escriben, en el cielo, letras de algodón que saben a 'buenos días' y a 'bonita mañana'.

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Rumbo a las estrellas

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Imagen extraída del blog Las mejores canciones (Javier Barba Garzón)
Para alcanzar las estrellas hace falta el punto de vista adecuado, la dosis exacta de apoyo, y los gramos convenientes de complicidad. Saludar al cielo desde el suelo es sencillo, rápido e indoloro. Es simplemente una forma de entender que aquello que está ahí seguirá tan lejos como siempre, y tú te lo seguirás mirando desde la lejanía. Pero hay que tener en cuenta que existen otros focos que sí nos permiten alcanzarlas, aunque el método ya deja de ser seguro y exacto.

Lo primero que tienes que hacer es marcarte un destino, allí, en las estrellas. Después, hay que dar un pequeño salto, hacer que los pies dejen de tocar el suelo por un instante y, al volver a pisarlo, querer dejar de tocarlo de nuevo: querer volver a saltar. Con esa fuerza del primer salto, nada más tocar el suelo hay que volver a saltar, ahora con más ganas. Cada vez disfrutarás más esos segundos entre el cielo y el suelo.

Como bien sabes, lo importante no es que saltes más o menos, o que dure más el salto. Ni si quiera es importante que saltes con los pies juntos. Tú sabes que no se puede, y que por más que sigas saltando no llegarás a las estrellas; porque es físicamente imposible. Pero voy a desvelarte un pequeño secreto: para lograrlo lo importante no es el salto, sino los segundos en los que tu ilusión te dice que estás cerca de conseguirlo. La magia que hay en ti hará el resto.
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Cuando el dolor asoma; entonces, somos inocentes

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Imagen extraída de COOP57 (Jose Luis Ochoa)
Vivimos de prejuicios, llevamos al límite las mentiras, desistimos en ser honestos, y esperamos ser lo suficientemente ‘no culpables’, o al menos no todo lo culpables que somos en realidad. El dolor asoma de muchas formas, hace acto de presencia en la vanidad de cada uno, porque el cuerpo humano no está preparado para tanto odio, aunque algunos ya han conseguido mutar el gen del remordimiento.

Esperamos que nos tachen de inocentes, que se crean que no hay odio, ni rencor, ni ira en nuestras palabras, y es cierto en parte, porque las palabras pueden camuflar lo que el cuerpo dice a gritos. También nos esforzamos por contradecir las señales que nuestro físico emite cuando mentimos: un labio fruncido en mal momento, o una negación con la cabeza cuando, en el mismo momento, las palabras dicen lo contrario.

Decidimos engañar y mentir a los demás y a nosotros mismos, y esperamos creernos nuestra propia farsa aunque no se aguante por ningún sitio. Somos capaces de encontrar el perdón en actos imperdonables, y más aún, somos capaces de creernos que se nos puede eximir de culpa a cualquier precio y bajo cualquier circunstancia. Y en eso no podemos estar más equivocados.

Hoy en día, matas a alguien y te dan la libertad condicional por cuestiones de burocracia demente. O lo que es peor, maltratas física y psicológicamente a otra persona, igual en derechos que tú, y cuando los moratones se han largado los hechos se esfuman, y ya no hay pruebas concluyentes. Aunque haya testimonios y víctimas que acarrean tiempo muerto y cadena perpetua de pesadillas y traumas psicológicos.

Cuando se nos acusa es cuando se muestra la inocencia y la humanidad que no tenemos, porque por humanos hemos decidido dejarla atrás desde hace mucho tiempo. Es entonces cuando aparecen las cuartadas no perfectas, y es aquí cuando se nos encierra con cadena perpetua y se nos da la libertad condicionada pocos meses después. Ese es el problema. A la maldad no se la corrige, hay que desterrarla. 

Pero eso implica demasiada moralidad para un corazón humano pervertido por la ambición y el poder, que nos embargan el razonamiento que deberíamos aplicar en estos casos. No es lícito que un humano tenga más derechos que otro, ni mucho menos que pueda arrebatarle su libertad de esta manera. El sometimiento es la peor muerte, porque pudre a la vez que mata, y destruye lentamente lo que un disparo concluye en a penas un segundo.
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Las gafas correctas

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Imagen extraída de la página web abrazosgratis.org
Dicen que siempre hay maldad en un buen corazón. Yo digo que se equivocan, que esa no es manera de enfocarlo. Que hay que buscar lo bueno, y no los resquicios de maldad que podamos tener cada uno; porque al fin y al cabo lo malo llama la atención, y lo bueno termina por esconderse hasta que alguien quiera remover cielo y tierra para encontrarlo.
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¿Medio vacío o medio lleno?

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Imagen extraída del blog Eurovisión con ojos de mujer (Wendy)
La vida es algo que no acabo de entender, pero me gusta. Quizás por el mismo hecho de no entenderla, o quizás por entender siempre la mitad de lo que es en sí. Pero estamos destinados: solo podemos entender la mitad de la historia; lo demás, cabe en sombras y misterios. Y aún más, dicen que lo que determina a la vida es el cincuenta por ciento del recipiente: ¿medio vacío, o medio lleno? 

Yo digo que medio, a secas.
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Lux Aeterna

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Imagen extraída de 123RF (Dmitriy Cherevko)
Edad media, los reyes desatan su tiranía entre el pueblo. En un momento dado, que nos habían reunido a todos en la plaza central, los reyes hablaron de una nueva legislatura donde las normas debían ser cumplidas a rajatabla, sin margen de error ni desviación. Al acabar, abrieron la puerta que había permanecido durante siglos sellada, y los titanes salieron del recinto con sed de guerra. El pueblo, nosotros, huimos desesperadamente, pero los titanes, rocas talladas en forma de caras humanas y con hábil movilidad, aparecieron en cada esquina y en cada dirección en la que corríamos.

Entonces, me fijé en una parte de la pared que parecía rota por la fuerza de algún titán, y al mirar a través del agujero hallé, a lo lejos, una especie de árbol sin hojas. Únicamente se distinguía el tronco y alguna que otra rama que aún se sostenía unida al tronco principal. Alrededor de dicho árbol, se extendía una llanura inmensa y de hierbas bajas; y una leve niebla dejaba a medio ver aquel paraje tan pacífico. Huyendo de los titanes, cogí del brazo a Rune Synchrile, guerrera de hielo, y a Prain Legend, guerrero del rayo; pero al entrar en dicho sitio aparecieron titanes por donde quisiera que pudiera alcanzar nuestra vista.

Rune y Prain tomaron diferentes direcciones; y yo, que era algo menos rápida, me dirigí como pude hasta el árbol del que he hablado anteriormente. Una vez allí, y aún sin parar de correr, me alcé como pude por ese tronco de color claro. Éste parecía mucho más robusto de lo que era en realidad y, al subir por él mientras me seguían de cerca los titanes, una luz me envolvió haciendo que los titanes huyeran de tan pura luz. Ahí, mientras escalaba hacia las ramas más altas, es cuando entendí que se trataba de un árbol sagrado. Ese fue el punto de partida de una larga lucha.

Debía mostrarle a mis amigos los dotes mágicos y sagrados que el árbol tenía sobre los titanes, pero antes debía entrenarme un poco para subir con más habilidad por ese tronco tan finito. Me pasé un buen rato buscando, mientras subía y me deslizaba por el árbol, un punto desde el que pudiera divisar toda la zona sin tener a penas que girar la cabeza. Estuve comparando las perspectivas de cada sitio durante un buen rato, pero al final di con lo que andaba buscando: el lugar perfecto. Desde ese árbol me sentía segura, tenía una barrera espiritual tan grande que la maldad no podía entrar dentro.

Poco después de haber encontrado el sitio desde el que observar la zona, vi como Rune entraba en la llanura con desconfianza y prisa al mismo tiempo. Detrás suyo, escondidos, vi como acechaban los titanes para tenderle una emboscada. Grité con todas mis fuerzas su nombre y le advertí del peligro que corría. Ella vino corriendo hasta el árbol y los titanes, algo atontados por la magia helada que les lanzó Rune con la espada, quedaron un poquito más atrás, permitiéndole llegar hasta donde yo me encontraba sin a penas temer por su vida. Habiéndola ayudado a subir por ese tronco, esperamos a Prain.

Éste poco tardó en aparecer, pero al estar hablando de todo lo ocurrido con Rune, no nos percatamos de su presencia hasta que él se encontraba ya rodeado de titanes. En ese momento, y como yo tenía más destreza en subir y bajar por el árbol, bajé hasta tierra firme y llamé la atención de los titanes. Éstos vinieron con sus armas alzadas y yo subí de nuevo por el tronco del árbol hasta llegar donde estaba Rune. El árbol se volvió a iluminar y mis compañeros vieron como los titanes huían y se escondían de dicha luz. Esta vez, ellos pudieron ver con sus propios ojos el poder del que yo quería hablarles.

Sobraron palabras. Ayudamos a Prain a subir al árbol, aunque éste fue un poco más patoso que nosotras dos. Él tenía el poder del rayo, como el mío; pero para darle más fuerza a su espada mágica le di todo mi poder. Al quedarme sin, el árbol se iluminó y se escuchó, por primera vez, su voz que recorría mi interior dejándome una extraña sensación, una mezcla entre satisfacción y miedo. El árbol dijo: "Tu acto de valentía ha forjado lazos conmigo, humana. Te concedo parte de mi poder, desde hoy, dejas de ser mortal; desde hoy, eres Exum Lark, guerrera de la luz".

Un rayo de luz me atravesó el corazón entrando por la parte del pecho y saliendo por la espalda como si me acabaran de clavar una espada. Al fundirse la luz en mi cuerpo noté un leve cosquilleo y un valor que nunca antes había tenido. El árbol, por el contrario, se había debilitado un poco, pero había posado en mí todas las esperanzas de salvar a todos cuanto pudiera. Desde ese momento, establecimos entre los tres que esa sería nuestra base secreta, y una fuente vital a proteger con nuestras habilidades. Salimos a inspeccionar otros rincones, y a salvar, de los titanes, a los indefensos.

Nos encontramos a Risk Fission, guerrero de fuego, acorralado en un callejón porque llovía y no podía usar su espada. Entre los tres acordamos salvarle e ideamos un plan de ataque y rescate en apenas unos segundos. Ellos dos se adelantaron y atacaron a los titanes con sus respectivas magias. Me alegró comprobar que la espada de Prain había mejorado mucho con el poder eléctrico que yo le di. Risk, que echaba mano de su fuerza para sacarse de encima a unos cuantos titanes, quedó petrificado cuando uno de ellos le lanzó el hechizo piedra.

Rune, Prain y yo conseguimos deshacernos de algunos de los titanes, ellos dos con hielo y rayo, y yo con mi luz sagrada. Parecía haberse calmado la situación cuando de pronto aparecieron cinco titanes más; estos, más fuertes que los anteriores. Eché mano de mis habilidades para esquivar a los titanes y llegar donde estaba nuestro mago de fuego. Me acerqué a Risk, junté mis manos, las llevé a mi pecho, y las acerqué al pecho de nuestro compañero. Revivió. Rune y Prain seguían luchando, pero se les escapó un titán que llego a mí por la espalda y me atravesó, con su espada envenenada, el corazón.

Caí rendida allí mismo, sin fuerzas para moverme, mi valentía se perdía en forma de oro fundido que manchaba el suelo. Aquel líquido dorado era mi sangre; mi vida, y parte de la del árbol. Mi vestido de sacerdotisa, el que llevábamos todos los humanos de ese pueblo, se había manchado de oro, y mis ojos perdían el rumbo. Rune, en un acto de rabia, mató a tres titanes de una sola blandida, y Prain corrió hacia mí con lágrimas en los ojos. Ordenó a Risk que protegiera a Rune, y él me cogió en brazos y me llevó corriendo al árbol mágico.

Esta vez, Prain echó mano de su ingenio y utilizó la potencia de su espada eléctrica, apuntando hacia el suelo, para impulsarnos a los dos hacia lo más alto del árbol sagrado. No me quedaba mucho tiempo. Pidió al árbol que me salvara, y yo, que era parte del árbol, escuché su deseo, aunque no pude dárselo. Mi cuerpo yacía muerto, pero mi alma era capaz de escuchar qué pasaba a cada momento mientras el árbol siguiera con vida. Con mi voz interior, y la poca fuerza que tenía, conseguí responder a sus plegarias, y para que no mantuviera esperanzas de salvarme le dije: Me quedo en ti, aquí dentro.

Me metí en su corazón. Desde ese momento, Prain dejó de llorar y su cara se frunció de tal modo que nunca jamás lo vi sonreír de caras al mundo, aunque por dentro sentía una paz y un miedo terribles. Él siguió su camino con Rune y Risk durante largos años. Salvaron al árbol, le devolvieron la vida. Y con ello, mi yo que residía dentro de Prain se fue para siempre volviendo al árbol sagrado del que formaba parte. No hubo despedidas, aunque ellos, los guerreros de hielo, rayo y fuego hicieron del árbol que mantenía mi cuerpo – entre sus ramajes – un espacio venerado por todos los habitantes del pueblo.
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All-in

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Imagen extraída de la página web Vivir del casino
La vida es una partida de póker en la que decidimos qué apostar y por qué apostarlo. Unos miran a los ojos de los demás para adivinar sus flaquezas, sus verdades y sus mentiras. Lo que sea por ganar. Otros, simplemente, disfrutan de la partida siendo razonables con ellos mismos, con lo que pueden permitirse y lo que no, con lo que estarían dispuestos a sacrificar y lo que estarían dispuestos a perder en la partida. Aunque hay cosas, es cierto, que no deben apostarse nunca. La confianza, por ejemplo. El amor, la humanidad. El amor de la humanidad, incluso.

Pero si se trata de dinero, entonces, apostad lo que queráis. Sinceramente, se le da demasiado valor a un objeto, y es que solo es un objeto, creado por nosotros mismos por nuestras ansias de superioridad. El dinero es lo que nos ha convertido en arrogantes, pero es que somos arrogantes porque hemos convertido nuestra felicidad en dinero. Es un pez que se muerde la cola, y a este paso... nos quedaremos sin cola. Y a un pez sin cola es bien sabido que le falta algo. Algo que ya nos falta a nosotros, algo llamado impulso natural: algo que debería llevarnos a la cárcel, por corruptos; y al infierno, ciertamente, por inmorales.

Nos quejamos de la crisis, pero resulta que la hemos creado entre todos. Y dicen: hay gente que no tiene dinero para comer. Os pregunto: ¿de verdad es necesario pagar para vivir? Comer es un derecho fundamental, natural y básico. Entre el 'primero paga, luego comes', y el 'dame empleo para ganar dinero para poder vivir' nos hemos buscado la ruina. Es que la vida es algo más que eso, pero no nos damos cuenta. Nosotros siempre tenemos la razón, somos los mejores, somos como los Increíbles, solo que yo diría que somos los Increíblemente patéticos. Somos estafadores de nuestros propios sueños y de nuestra propia vida. Somos trovadores que cantan sus propias desgracias. Nuestra raza, tan superior como dicen, se muere, pierde fuerza. Y para mí, incluso, estamos perdiendo credibilidad.
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Pidamos perdón al mundo

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Imagen extraída del blog Las flores de Camila (Camila Gutiérrez)
Démosle, al mundo, razones por las que mantenernos arropados en sus faldas. Digámosle que somos necios, que no aprendemos a penas de nada. Admitamos que nuestra sed de venganza nos ciega más que la ceguera de nuestra mirada. Seamos justos, por una vez, y busquemos la paz en los abrazos que son sentidos, y que no desgarran, a hurtadillas, el alma. Renazcamos de las cenizas, de la maldad de nuestro aura.

Escribamos en las paredes del alma que no hace falta rezarle a la nada, que el todo está perdido allá, en nuestro interior, porque siempre nos sobran las malas ganas. Y es que a veces no entendemos que no podemos alcanzar más a la vida porque aún hay muchas cosas que no nos bastan. De no ser así, quizás tendríamos más de un sol en cada ventana, y al menos una sonrisa que adornara cada hora que pasa.

Y es que, por desgracia, seguimos pensando más en la superioridad humana que en la vida que se nos regala. Qué triste es vivir sin compartir el alma, qué triste es mirar y no ver más que nuestras propias pisadas. El mundo no estaba lleno de llamas, devolvámosle todas sus mañanas. Que por cada una que robamos, ella fue perdiendo su brillo y su gracia.

Deshagamos las palabras y creemos, con ellas, nuestras propias mañanas. Lejos de todo lo que el alba no alcanza. Y que de un baño de agua salada nazca, en la vida, la melodía exacta para revivir a las plantas, que no hay más ritmo que el del mundo que todavía nos guarda. No destruyamos la única cosa que en realidad nos ama: la naturaleza, la mayor de las madres, nos cuida a todos los que andamos, nadamos o volamos de rama en rama.

Revivamos la calma; devolvamos, con respeto, la última mirada. Embarguemos las armas y regalemos, a la luna, dulces sonatas, lágrimas de disculpa al cielo en cada estrofa mal afinada y, al acabar, un silencio que, al menos por una vez, no diga absolutamente nada. Así, en silencio, y lejos de la oscuridad que nos acapara, no habrá más ruido que el de un corazón de sangre renovada.
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Responsabilidades

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Imagen extraída de Educación plástica y visual ESO 1
Me dieron a escoger entre un camino de flores y uno de alambres. Escogí el de alambres. Y lo volvería a escoger.
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El mundo que hay bajo mis ojos

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Imagen extraída de la página web ocio.uncomo.com
A ras de cielo, una luna entre alambres;
A ras de mar, marea baja;
A ras de tierra, pies hundidos, poesía.

A ras de uno mismo, ser cambiante,
ser transparente,
ser invisible pero dejar huella.
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La cajita de música

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Imagen extraída del wordpress Música y Movimiento (Jose Manuel Acuña)
En la habitación hay cuadros, un armario empotrado, numerosas estanterías llenas de libros, cómics y peluches. Hay una cama tocando a la pared, y un escritorio al lado de ella, con una silla de color verde. En la mesa de estudio hay una lámpara, un despertador y muchos folios. Documentos, para ser exactos. Mucha letra y mucho mundo en tan poca superficie. Y allí, a lo lejos, un mueble de los cajones que sostiene la estantería. Está lleno de figuritas, algunas de ellas un poco especiales. Y allí, apartada, una cajita de música con la melodía de la niñez en su interior. Le doy cuerda a la cajita, y me canta, me encanta, la canción. Salgo corriendo de la habitación y me voy al baño, justo delante de la puerta de mi cuarto. Me miro en el espejo y vuelvo a ser el yo de entonces, el yo de esa cajita. Pelo rubio, ojos azules y dos palmos más pequeña. Con sonrisa de oreja a oreja, con alma de niña y el sentido de la vida recuperado. Y es que a veces se nos olvida lo importante cuando crecemos, y no recordamos que la vida está en las cosas pequeñas, en aquellos detalles como el volver a hacer sonar la cajita. Con ello, un hecho tan simple, se nos esboza, de nuevo, una sonrisita de niño pequeño. De esas tan tiernas, de esas tan humanas. De esas sonrisas que hacen plantear si el yo actual sigue siendo humano, o si en algún momento dejó de serlo.
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Alzheimer

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Imagen extraída de la página web somospacientes.com
Ahora ya no recuerdo lo que era vivir, y no tengo muy claro si sigo viva, o si ya estoy muerta desde que ignoro la forma en la que paso las horas. Después de todo, no le puedo llamar vida a algo que no recuerdo, a pensamientos que tengo pero se me van a de las manos. No sé si para bien o para mal, no sé dónde voy, ni a donde va lo que no recuerdo. No recuerdo lo que digo, no sé si para bien o para mal, no sé dónde voy, y me pierdo... me pierdo. Ahora ya no recuerdo lo que era vivir, mis pensamientos se me van de las manos. ¿Manos? Eso ya lo he dicho… ¿no?. Ya no tengo claro nada, no sé si estoy o no estoy, porque desde luego no estoy para bromas, no estoy para juegos de palabras, y para palabras, las mías que se van, y no entiendo nada. Ya no tengo muy claro si sigo viva, o si he muerto después de todo. Aunque no recuerde la palabra ‘espejo’, cuando me reflejo en él me reconozco, pero no sé mi nombre, no sé quien soy, ni quien fui. No sé si fui algo para alguien, ni si quiera sé quién es ese alguien, no conozco su nombre. ¿Quién eres? No sé quién eres, pero siento estima sin entender porqué. ¿A caso eres familia? No me dejes sola, no sé qué digo. Y me vuelvo a perder… Ya no recuerdo lo que he hecho hasta ahora, me dicen que la palabra que estoy buscando es ‘vivir’, pero solo consigo recordar la palabra ‘morir’, y se desesperan por no recordar el detalle de vivir en vez del de morir, y me enfado, no es culpa mía, las cosas ya no tienen sentido. Y se hunden porque no sé sus nombres, pero los reconozco… a cada uno de ellos, aunque no pueda demostrarlo, sé que los conocí en su momento. Me pierdo, me pierdo… como la vela que hay en la mesita, como la butaca en la que me gustaba sentarme y ya no se acuerda de mí, ni yo de ella. Me pierdo, me pierden… Hay pájaros en el cielo, vuelan. Recuerdo la sensación de haber volado antes, quizás en un vuelo nocturno hacia ninguna parte, y es que ninguna parte es algún sitio, estoy segura, pero no recuerdo su nombre. Los pájaros vuelan, y tú… ¿tú eres María? No llores… intenté recordar otras veces que no te llamas María. Oye, María… yo no recuerdo, no puedo memorizar nombres, ni historias, no sé ni cual es el número de portal de mi casa. María… yo no te recuerdo, pero te quiero igual. Te escucho María… María, por favor, deja de llorar.
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Tentación

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Imagen extraída de la página web picstoping.com
Hoy quiero rock, whisky y mucho hielo. Quiero paso firme, mirada decidida y vestidos que me quiten el sueño. Esta noche necesito aire, ruinas, lunas que desnudar. En un bar de carretera busco botas de tacón con puntas de cuero, busco labios que raspen, que astillen. Besos que arañen. Nada de terciopelo.

Hoy quiero un cigarrillo en sus labios, y sal e
n las heridas. Quiero fantasía, que se cumplan todas mis expectativas. Un corazón frío, una falda hacia arriba. Tatuajes en su espalda, uñas rojas que desgarren mi espalda. Un aliento que no siga ahí por la mañana. Pero no hay uñas sin espalda, ni si quiera falda si no hay bar de carretera, y no hay cuentos de hadas sin hadas, y sin hadas ya ni si quiera hay frontera entre el fuego y tu mirada. Ya no queda gasolina en estas venas, la vida se pierde entre borracheras, entre espinas mal clavadas. Que me quemen sus medias, que se quite también la máscara.

Hoy no quiero que me de respiro alguno, porque algún respiro se quedará en mi cama. Y las sábanas esconderán mi piel cuando ya no me encuentre el alma. Y para cuando me la encuentre, entonces ya no habrá labios rojos, ni tatuajes en su espalda. Sólo habrá un
cerrojo en mi mente, obstaculizándome la entrada. Y ya ni si quiera tendré yo la llave, porque la llave la tendrá la mujer morena que se fue de madrugada: aquella que no dijo adiós, ni hola, aquella que a penas dijo nada. Aquella que con su mirada desafiaba, aquella felina con labios de sabor a sangre humana.
Enviat per : Marina
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