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Imagen extraída del blog Meu Olhar (Meu Olhar) |
Salí de casa casi por accidente; con los patines mal ajustados, la camisa de excusas al revés y los pantalones cortos de suspiros de amor algo caídos. Habiéndome levantado hacía apenas media hora, y aún sabiendo que iba a llover de mala manera, una migaja de silencio me recordó que era el día de encontrarte.
Corrí aprisa contra el viento, con mis pantalones cortos de loca chiflada, y entré en la parada de metro empapada de ilusiones y de cuentos de hadas. Llegué pronto y sin saber qué dirección tomar ni qué vagón escoger para conocerte. Llegué sin saber dónde estabas.
Fui hacia la izquierda porque un impulso me tentó, y habiendo caído en tal tentación entré en el vagón que hacía siete desde la parte trasera del metro. Lo escogí porque estaba perfectamente calculado: con un cincuenta por ciento de error o éxito. Lo escogí porque sí, porque no y porque quizás. No podía haber nada más preciso.
Anduve de extremo a extremo del vagón; me paseé casi persiguiendo las frases exactas que mi mente dibujaba en mi subconsciente; y casi sin querer, como soñadora aferrada a encontrar la palabra perfecta para describir la vida en un sueño, el equilibrio de las frases se perdió como el de mis piernas al frenar el metro bruscamente.
Era esa la parada, pero estaba tan metida en el papel de soñadora que perdí los papeles y mi mente escribió en el aire, y yo solo podía quedarme mirando a la nada con cara de satisfacción, como cuando un niño sonríe sin entender nada. Me pasé la parada, y estaba segura de que estabas allí.
Una extraña sensación de vacío recorrió mi espalda y se clavó en mi pecho como un sorbo de whiskey y una calada a un cigarro. Lo sabía, sabía que debería haber bajado en esa parada; que no debería haber seguido hasta tan lejos, que no debería haberme alejado de la orilla de tu alma.
Aún en el tren, y maldiciéndome de diez maneras distintas, me senté en el suelo entristecida como niña al descubrir que los sueños solo viven en la mente. No había sabido bajar a tiempo, había dejado atrás mi destino… me había arrebatado a mí misma la oportunidad de verte por primera vez.
Habiendo salido de casa con la ilusión de siete años, volví teñida de azul, descosiendo sueños y dibujando realidades. Nunca más volví a buscarte, es cierto; pero créeme, nunca fue tan sencillo lamentarme, ni tan complicado echarte de menos.
Enviat per : Marina