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Llegó la hora...

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Imagen extraída de la película de Disney El rey león
... De rugirle a la lluvia, de mostrarle los dientes al mal tiempo, y de mostrarnos a nosotros mismos, de caras para adentro, una amplia sonrisa; porque lo importante no es como te vean, sino como nos vemos a nosotros mismos.

Llegó la hora de tumbarse a ver el mundo de otra manera, de acostarse y sentir que el ambiente mejora con el punto de vista correcto; llegó la hora de pasar a la acción, de pasar a ser lo que se quiere ser sin que importen las consecuencias, y sin procurar gustar a los demás; porque tan solo es necesario gustarse a uno mismo.
Enviat per : Marina
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Amanecen partituras

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Imagen extraída del blog Fotografía contemplativa (Ana Cuéllar)
Recorre la espalda el viento de primera hora de la mañana, el aliento se escurre entre las entrañas. Hay un sol que amanece por la ventana abierta de la calma; y en la avenida que se cruza con la callejuela de la vieja usanza, el mendigo escribe mil canciones que saben a verdades y a ceniza fresca de palabras. Se esconde el grito en su alcoba, y el silencio son las notas que acompañan a las canciones que glorifican el alma. Y en el alba, después de una noche muy larga, amanecen las nubes y escriben, en el cielo, letras de algodón que saben a 'buenos días' y a 'bonita mañana'.

Enviat per : Marina
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Rumbo a las estrellas

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Imagen extraída del blog Las mejores canciones (Javier Barba Garzón)
Para alcanzar las estrellas hace falta el punto de vista adecuado, la dosis exacta de apoyo, y los gramos convenientes de complicidad. Saludar al cielo desde el suelo es sencillo, rápido e indoloro. Es simplemente una forma de entender que aquello que está ahí seguirá tan lejos como siempre, y tú te lo seguirás mirando desde la lejanía. Pero hay que tener en cuenta que existen otros focos que sí nos permiten alcanzarlas, aunque el método ya deja de ser seguro y exacto.

Lo primero que tienes que hacer es marcarte un destino, allí, en las estrellas. Después, hay que dar un pequeño salto, hacer que los pies dejen de tocar el suelo por un instante y, al volver a pisarlo, querer dejar de tocarlo de nuevo: querer volver a saltar. Con esa fuerza del primer salto, nada más tocar el suelo hay que volver a saltar, ahora con más ganas. Cada vez disfrutarás más esos segundos entre el cielo y el suelo.

Como bien sabes, lo importante no es que saltes más o menos, o que dure más el salto. Ni si quiera es importante que saltes con los pies juntos. Tú sabes que no se puede, y que por más que sigas saltando no llegarás a las estrellas; porque es físicamente imposible. Pero voy a desvelarte un pequeño secreto: para lograrlo lo importante no es el salto, sino los segundos en los que tu ilusión te dice que estás cerca de conseguirlo. La magia que hay en ti hará el resto.
Enviat per : Marina
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Cuando el dolor asoma; entonces, somos inocentes

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Imagen extraída de COOP57 (Jose Luis Ochoa)
Vivimos de prejuicios, llevamos al límite las mentiras, desistimos en ser honestos, y esperamos ser lo suficientemente ‘no culpables’, o al menos no todo lo culpables que somos en realidad. El dolor asoma de muchas formas, hace acto de presencia en la vanidad de cada uno, porque el cuerpo humano no está preparado para tanto odio, aunque algunos ya han conseguido mutar el gen del remordimiento.

Esperamos que nos tachen de inocentes, que se crean que no hay odio, ni rencor, ni ira en nuestras palabras, y es cierto en parte, porque las palabras pueden camuflar lo que el cuerpo dice a gritos. También nos esforzamos por contradecir las señales que nuestro físico emite cuando mentimos: un labio fruncido en mal momento, o una negación con la cabeza cuando, en el mismo momento, las palabras dicen lo contrario.

Decidimos engañar y mentir a los demás y a nosotros mismos, y esperamos creernos nuestra propia farsa aunque no se aguante por ningún sitio. Somos capaces de encontrar el perdón en actos imperdonables, y más aún, somos capaces de creernos que se nos puede eximir de culpa a cualquier precio y bajo cualquier circunstancia. Y en eso no podemos estar más equivocados.

Hoy en día, matas a alguien y te dan la libertad condicional por cuestiones de burocracia demente. O lo que es peor, maltratas física y psicológicamente a otra persona, igual en derechos que tú, y cuando los moratones se han largado los hechos se esfuman, y ya no hay pruebas concluyentes. Aunque haya testimonios y víctimas que acarrean tiempo muerto y cadena perpetua de pesadillas y traumas psicológicos.

Cuando se nos acusa es cuando se muestra la inocencia y la humanidad que no tenemos, porque por humanos hemos decidido dejarla atrás desde hace mucho tiempo. Es entonces cuando aparecen las cuartadas no perfectas, y es aquí cuando se nos encierra con cadena perpetua y se nos da la libertad condicionada pocos meses después. Ese es el problema. A la maldad no se la corrige, hay que desterrarla. 

Pero eso implica demasiada moralidad para un corazón humano pervertido por la ambición y el poder, que nos embargan el razonamiento que deberíamos aplicar en estos casos. No es lícito que un humano tenga más derechos que otro, ni mucho menos que pueda arrebatarle su libertad de esta manera. El sometimiento es la peor muerte, porque pudre a la vez que mata, y destruye lentamente lo que un disparo concluye en a penas un segundo.
Enviat per : Marina
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