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La mujer trueno

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R. Janibey (2013)
Era uno de esos días en los que todo se ve del revés. Recuerdo el cielo cómo lloraba, y lo muy empapada que venía de intentar consolarle. Me refugié en uno de esos bares con nombre poco original, pero en los que te reciben más amigablemente que en cualquier restaurante de renombre. Dejé el abrigo empapado en el colgador y me senté en una de las mesas que daba a la ventana. Al poco tiempo se me acercó un joven.

– ¿Qué va a tomar hoy, señorita? – preguntó el camarero.
– Tomaré un – y en vez de mirar la carta me dio por levantar la vista – café… – respondí boquiabierta. Aquello que vi, juro por Zeus, no lo he visto nunca más en la vida. Era una mujer trueno. Una señora mujer trueno, allí donde las haya: tenía llena de reproches el alma, carencia de caricias en el pelo, noches enredadas en la espalda.

Sentí pararse el tiempo, aunque las manecillas de mi reloj siguieran avanzando. El camarero había olvidado mi café y yo también. Había estado contemplando a esa mujer algo más de cinco minutos, pero ya me parecía conocerla como me conozco a mí misma los días de tormenta. Estaba desbordada, como un nubarrón de pensamientos a punto de calarte los huesos, como un rayo devastador al que le da miedo ser su miedo más temido.

No podía evitarlo, era mirarla y ver cómo le llovía por dentro. Podía ver cómo iban goteando a mares los desechos de palabras que tenía atragantadas en la memoria: “razones”, “por qué” y otras ya ilegibles, que envenenarían a cualquiera capaz de sentir y padecer. No era cuestión de fijarse, es que a esa mujer era capaz de leerle las entrañas sin mayor esfuerzo, y de contarle las telarañas que tenía entre las costillas y el corazón.

No me había dado cuenta hasta entonces, pero la mujer se había percatado de mi mirada indiscreta y me había dedicado una larga sonrisa que me sacó de mis casillas: ¿cómo una mujer trueno, tan deshilachada ella por dentro, era capaz de aguantar semejante tormenta interior y seguir sonriendo? Lo que no sabía, y que sin embargo aprendí con el tiempo, es que sólo otra persona de alma descosida es capaz de ver las tormentas de los demás. 

Ahora el recuerdo de su sonrisa se me contagia los días en los que me llueve dentro, porque gracias a ella entendí que todos estamos hechos de demonios, y que lo valiente no es aguantar, sino luchar hasta vencerlos, y vencernos a nosotros mismos por el camino.
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Menos lobos, Caperucita

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Imagen extraída de arescronida.wordpress.com
No vayas, Caperucita, con estos andares de lobo, que sabes que a mí a veces me da por irme por las ramas, por coger el camino más largo hasta tus entrañas y, ¿qué sé yo? Que no quisiera yo perderme por el camino corto, ni atajar por tus piernas como un Ferrari hambriento de asfalto. Que a mí lo que me va es conocer tus adentros, echarle sal a tus llagas, coser todos los desperfectos. Y no, no te equivoques conmigo, que aunque pueda parecer rudo, en realidad, no soy más que un barco varado en el ojo de la tormenta.
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Telemiseria

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Imagen extraída de jspino.wordpress.com (Jorge Espinosa de los Monteros)
Hoy, en las noticias, locura infinita y desasosiego en balde,
cohetes, ruinas, acuerdos desfavorables y treguas por conveniencia.
Hace tiempo que las personas hemos perdido el norte
y está claro que no sabemos qué hacer para que el sur no llore.
Hoy no quedan paracaídas que nos salven del egoísmo.
Las familias siguen muriendo de hambre, es triste.
Las guerras, malditas guerras, andan a pie de calle
mientras la pobreza va conquistando recovecos y corazones.
Y ojalá pudiera yo callarme, y ser tan cínica
como para no llorar por dentro
cuando le niego a alguien los céntimos de mi cartera.
Pero no puedo. Ni quiero. Porque necesitamos personas
que no quieran callarse, ni dejar de llorar por los demás,
ni dejar de traspasar el alma de nadie.
El mundo es el que es porque no nos traspapelamos lo suficiente a otras vidas,
porque nos aferramos a ver las noticias como si fueran
el mejor best seller de fantasía del año, porque no nos importamos,              
ni sabemos querer a otros a ojos cerrados.
Desde estos informativos, quisiera concienciar un poquito más a las personas
de que las noticias no se escriben solas,
de que la miseria es sólo otra de las formas que adopta la indiferencia,
de que morir, en el caso más triste, no significa perder la vida,
sino haber dejado que se perdiera en la desconsideración.
Hoy, en las noticias, las noticias quieren salir por patas,
quieren volverse en nuestra contra
para dejar de ser los experimentos de nuestra vanidez.
Puede que debamos aprender a ser conscientes de que las consecuencias
nunca serán buenas si nuestra primera necesidad es poseer.
Ya es hora de que aprendamos a dejar de ser tan humanos
y de que apreciemos la vida que, hoy en día,
se nos escapa por los resquicios de la necesidad que tenemos
de demostrar algo a las personas que nos rodean.
Es hora de que el perdón lo busquemos en nosotros mismos,
porque en un mundo donde los errores y las masacres mundiales, las bombas
y las enfermedades nacen de nuestra ambición infinita
no puede haber omnipotencia que valga más que el arrepentimiento.
Enviat per : Marina
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Somos eternos

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Imagen extraída de devianart.com (Matthew Chan)

Si por mí fuera, nos mudábamos a Nunca Jamás.
No es una locura, verás, lo tengo todo pensado:
viviríamos en una casa del árbol, donde no oyéramos más tráfico
que el de nuestros ojos colisionando,
seríamos eternos de corazón.

Tú podrías ser Peter Pan, el bueno, el malo;
o un niño perdido, que baila alrededor de una hoguera.
Si quieres puedes ser el desafío de acariciarme con un garfio por mano,
que hará honor a tu nombre, o ser la isla calavera
de mi subconsciente.

Yo, si quisieras, podría ser tu segunda estrella a la derecha,
tu sextante, tu navío, tu polvo de hadas o tu sirena preferida.
Podría ser Campanilla vestida de verde, ¿te imaginas? ¡tu color favorito!
claro que por verde también podría ser el cocodrilo, ya sabes,
por aquello que dices que tengo unos ojos fulminantes, color adrenalina.

Tengo muchas ideas, ya lo has visto, 
lástima que Nunca Jamás nos esté vetado por mayores. 
Quizás podamos crear nuestro propio mundo, uno donde la inocencia
no dependa de cuánto hemos crecido, allí donde el amor
sea lo más inocente que llevemos dentro.

Aunque, bien mirado, quizás ya exista
y podamos llegar a él a través de uno de esos choques 
en los que las miradas no son accidentes, sino obviedades versadas a gritos. 
Puede, incluso, que ya hayamos estado en ese lugar otras veces, y que el limbo
de nuestra memoria sea la utopía que otros andaron buscando.
Enviat per : Marina
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Mudanza

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Imagen extraída de turismovarsovia.com
Después de haber paseado con cuervos por las noches, de haberme perdido por las 
salidas de los pasos inferiores y de haber comprado gorros bonitos para ponerle
buena cara a los termómetros negativos. Después de haber viajado
por Europa, de haber conocido tantos sitios, culturas, historias y personas.
Después de haber aprendido a decir cześć!, merhaba! u hola en muchos otros idiomas.

Después de haberme atrevido a pronunciar algunas de las paradas del autobús 109;
o de haber aprendido a decir przepraszam, quiero decir disculpe
- por el poema, ya mismo termino -. O de haber podido comer truskawki – por dios,
di fresas o no habrá quién te entienda – gracias a la mujer de la frutería de al lado,
a la que tanta ilusión le hacía enseñarme una palabra nueva cada día.

Después de pedir los documentos supe que era hora de abrir la maleta
y de llevarme conmigo la esencia de mi mala pronunciación polaca a otra parte,
a un lugar donde los nombres de las calles se me hicieran entendiblemente feos, allí 
donde na zdrowie no sea ya un brindis por nosotros, sino por el recuerdo
de esas conversaciones que empezaron con piwa – con cerveza – en un pequeño bar.

Después de tanto tiempo una aprende a traducir la ausencia que arraiga
en las señales de tráfico, aquellas que nos alertaban ya desde buen principio
de que esta ciudad iba a ser la droga – o carretera – más bonita
por la que todos nosotros, algún día, decidimos pasar. Después de tanto tiempo uno empieza
a darse cuenta de que conocernos ha sido el accidente más necesario de todos.

Después de haber sentido tu frío astillarme la piel a -24º con viento,
porque si no era con viento no te parecía suficientemente divertido. Después de haber 
batido mi récord de copas y capas de ropa y de haberme liado de idioma
en esta lectura. Después de todo esto el caso es que no me queda más remedio
que negarme rotundamente a decirte do widzenia, agur, adiós a ti también, mi querida Varsovia. 
Enviat per : Marina
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Mi sirena de los charcos

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Imagen extraída de la página fashionthrill.com
Podría contarte que los charcos de las calles no son más que historias
llovidas anoche, mientras hacíamos el gilipollas – porque aquello no era otra cosa –
de pretender despedirnos sin besos, ni versos, ni cesura, o censura
en la séptima mirada, ni palabras enganchadas a tus pestañas
que hablasen del fuego que incendió las entrañas de un portal a oscuras.

Sin duda, la parte más complicada será aceptar que, con besos o sin ellos,
la poesía permanecerá, y que lo hará en nosotros, en todos y cada uno
de los bocetos donde aparecemos embarrados en la memoria
de todas las puertas del barrio; esas, que tantas veces han deseado
salpicarnos la vida que nos hemos andado robando.

Con un poco de suerte, quizás me atreva a decir en voz alta esta noche
lo que tantas veces he pensado contarte: que la única caligrafía que busco
es la de tu nombre enredado en mis sentidos, ahora que mi vida 
ha decidido regirse por tus puntos y seguido; 
aquellos, a los que siempre les queda algo por contar.

Puede que si me atrevo a desvelarte que incluso las señales de la N-II anunciaban 
la unión de nuestros carriles, se te enrede a ti también mi nombre 
en el subconsciente, y te digas a ti misma lo que ya te tengo dicho:
que lo tonto no es versar la vida a nuestro compás, sino 
haber descompasado tantas veces los versos que nos instaban a quedarnos.

¿Sabes? quiero pensar que tendré suerte, que en la última jugada sacrificarás el miedo 
y que juntos haremos Jaque Mate a los pasados alternativos, y que vendrás 
a verme en el descanso de las excusas para poder, ahora sí, besarnos, o versarnos, 
o reinventarnos, si lo prefieres. O desaparecernos del mundo, dejando nuestra historia 
escrita en los charcos que llovimos aquel día, como agradecimiento.
Enviat per : Marina
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El arte de arriesgarse

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Imagen extraída del wordpress El Principio de un Comienzo (David Asensio)

En la vida me han dicho muchas cosas, pero lo cierto es que nunca me las he creído del todo. He preferido comprobarlas por mí misma, siempre a base de ensayo y error. Y con el amor no iba a hacer una excepción. Lo he puesto a prueba durante seis años: lo he estresado, ahogado, le he dado tiempo. Lo he matado tres veces, lo he revivido cuatro. A veces, incluso, he querido pisotearlo, otras sentirlo y otras sencillamente disfrutarlo. Puedo deciros que no se ha roto, ni partido. Tampoco ha explotado. El corazón, claro, sí que tiene un par o tres de heridas de guerra, pero el amor, que es lo que nos ocupa, sigue de una misma pieza.

El amor es un cortocircuito perfecto de neuronas que eligen siempre lo más complicado. Dicen "vaya, ese sí parece un buen algoritmo". Y ya está. Te arañan el corazón y se suicidan. Y si quieres volver a funcionar es cosa tuya. Lo cierto es que es apasionante. Será cuestión de ciencia - de la que no entiendo -, pero es como si el mundo, o tú, o ambos hubierais cambiado de gafas, u os hubierais vuelto más ciegos. Es algo así como una descarga, como un desfibrilador que o bien te revive o bien te mata. Un constante desafío de pensamientos que vagan en una nebulosa a la que me gusta llamar triángulo de las bermudas, por aquello de perderse en el caos más desordenado y bonito que existe.

El amor es tantas cosas... Es el inicio, los fracasos, las dudas. Es incongruencia, estupidez, locura, desenfreno. Partirse por dentro. O deseo. Es dolor, incluso. Es tolerancia y respeto. Pasión, momentos, lecturas en común, afición a los videojuegos. Siempre he considerado que de lo que viene siendo el amor, sé poco; y de amar, muchísimo menos, pero sé lo que necesito saber, y es que lo único que puede matar a un amor de estas dimensiones no es la distancia, ni si quiera el tiempo. Somos nosotros: las personas y nuestro miedo a dejarnos solos durante tanto tiempo. Es la desconfianza la que mata, y lo hace tanto a distancia como viviendo en el mismo pueblo.

Opté, no. Optamos por arriesgar a doble o nada un amor de larga trayectoria. Irme diez meses a montarme la vida en otro lado suponía conocer a otras personas, despegarme un poco de la vida fácil, del cuento de hadas o de la burbuja de comodidad. Os aseguro que una historia es bonita cuando se tiene suficiente confianza como para hacer locuras como esta. Vivir fuera de casa no sólo suponía un reto, suponía también un sueño. Un sueño que esa persona me animó a cumplir desde el minuto cero, quizás más asustado que yo - que era la que me iba -.

Siempre se ha dicho que la distancia mata al amor, que es algo así como el demonio de los corazones. Que se los traga enteros y sólo deja los huesos de lo que fueron. Nosotros decidimos ser escépticos, y creer en los cimientos que otros habían tachado de ser imposibles, débiles. De mala combinación. Cuando pasa el tiempo uno se da cuenta de que el soplo de esas palabras no le hace ni cosquillas a la confianza. Convenimos en la idea de que el amor no es ideal, y que quien pretendiera vivir en el idealismo sería sólo un cobarde con miedo a descubrir una belleza más grande. Recordamos que lo nuestro sólo salió bien cuando dejamos de tener miedo a arriesgarnos, así que nos volvimos locos y yo me fui de viaje.

Diez meses han pasado ya y, ¿qué queréis que os diga? Ha resultado ser el mejor de los experimentos. Mezclamos en un vaso de precipitados la añoranza y el miedo. Con una probeta, vertimos el amor y lo hicimos arder a límites insospechados. A veces, he de admitirlo, nos quemamos. Vaya que si nos quemamos. Pero, ¿quién no se quema cuando juega con fuego? El dolor sólo es otra expresión del amor. Una expresión en tercer grado. Lo importante es que al fin lo hemos determinado: al amor nada le ha cortado el paso. Que no os engañen. La distancia no es un impedimento, lo son las personas. Aquí sí que no hay engaño. Y si no me creéis, bueno... siempre estáis a tiempo de comprobarlo.
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La mujer serpiente

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Imagen extraída del wordpress Hilos Finitos
Qué fácil es imaginarte víbora por las noches, habiendo sido yo 
una de las muchas presas de tus piernas, complicadas enredaderas que asfixian, 
con gusto y elegancia, a cualquiera que rompa tus expectativas.
Sabiéndote mercenaria, debería haberme conformado con 
anochecer contigo, aun teniendo la certeza de que amanecerías en otro lado.

Qué irónico es recordarte bailando borracha en la habitación:
descalza, despreocupada. Con la botella de intenciones en la mano y el vaso de whiskey 
en la mesita de noche. Después de tantos encuentros resulta sencillo 
calcular todas tus trampas, pero cuando se trata de tu sonrisa, o de tu falda
o de ambas cosas se me antojan invisibles o carentes de importancia.

Cuán utópico resulta todo a estas horas de la mañana, ahora que adivinarte 
entre el colchón y las sábanas no es un juego divertido, 
ahora que pensarte no es más que un castigo por haber dejado
que tú, mujer serpiente, me mordieras la espalda e inyectaras en mí 
la droga de perseguir imposibles a cobro revertido.

A decir verdad, me llevó algún tiempo 
saber por qué te marchas, pero al paso de tu rutina sin horarios y sin treguas 
comprendo que cada tipo de vida tiene un precio, 
y el tuyo, según como yo lo veo, 
debe ser algo muy parecido a eso de mudar la piel.

Y lo admito. A veces no consigo ver más allá del mono que me entra al no verte 
por las mañanas; o del recuerdo inoportuno de tu pintalabios, que siempre
encuentro en mis camisas blancas, o del olor de tu pelo 
en mi almohada... es cierto, pero son esas estúpidas señales las que 
me cuentan que existes, aunque cuando me levante ni tú, ni tu whiskey, ni tu ropa sigáis aquí.
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Amar a largo plazo

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Imagen extraída del wordpress magda1965.wordpress.com

Me quedo con tus idas y venidas, con las canciones vacías y el corazón contento.
Me quedo con las despedidas con rodeos que siempre nos dábamos, 
esperando levantarnos sin sentir el corazón arder.
Me quedo con la astucia de tus negaciones, siempre contradictorias,
y con mis ganas de darles la vuelta y desteñir los secretos de sus existencias.

Me quedo con morirme a cada paso, con querer quemarme contigo
sin que tú me dejaras. Me quedo con que sólo a veces descubría que mentías,
y me percataba de las ganas que tenías de que me acercara
dando tumbos a tu planeta, siempre tan desorbitadamente intrigante,
siempre tan aleatoriamente distante en cuestiones del amor.

Me quedo con lo que nadie más quiso quedarse, con tus ojos
clavados en las dudas, con tus fantasmas, con los monstruos de tu mente y
tus silencios, con tus noches infinitas, en las que te dejabas la vida por evitar pensarme. 
Me quedo con todos los intentos fallidos, con los inviernos y los saltos al vacío
a los que nadie más se quiso arriesgar.

Y si tengo que quedarme, me quedo contigo y con aquel anillo
de cordel que me regalaste, con el que me pediste que me comprometiera
no a estar siempre contigo, pero sí a siempre aceptarte y a querer
a tus demonios si no todos los días, al menos,
en cualquiera de sus fases.

Qué sentido tendría si no me quedara con el principio,
con todas aquellas historias que narraron a su paso el camino
que ahora resiguen tus manos en mi espalda, dibujando una boca llena de palabras
que algún día soltarías por accidente, siendo ese el más bonito de
los sin quereres que quisiste cometer.


Enviat per : Marina
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Pequeños detalles

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Imagen extraída de la página revistanamaste.com
Cómo iba a saber ella de tu afición por ver la tele antes de acostarte,
o qué parte de la cama conquistas a regañadientes, tras 
haber perdido la guerra de almohadas adrede.
O qué sueño se te enreda en las pestañas cuando te despiertas adormilado,
justo antes de despeinarme a cosquillas.

Cómo iba a saber ella de qué parte estuviste en La Guerra de las Galaxias,
si te sentías Jedi o si, en algún momento, quisiste dejarte pervertir
por mis palabras y pasarte al lado oscuro de mis poemas,
donde la fuerza de atracción es similar a la de la luna y la tierra,
comparable a las noches de verano en las que nos buscábamos sin querer.

O qué fue lo que más odiaste en los libros de Juego de Tronos, o qué personaje,
o algo tan banal como qué deseo pides en tus cumpleaños.
Minucias, detalles de tu vida y de tus gustos,
como cuáles eran tus aspiraciones,
o tus inspiraciones, o cómo son tus suspiros, o cómo los absorbe mi mente.

Cómo iba a saber ella sobre tus sueños, agazapados entre las sábanas
de un hotel cualquiera en cualquier parte del mundo.
O acerca de la existencia de una mente ruidosa en tus silencios,
o qué es lo que queda de ti después de tanto tiempo, o cómo es
tu día a día, o cómo es vivir un día en tu piel por cada siete meses sin vernos.

Si ella nunca llegó a ser tu guerra de almohadas, ni tu conquista en la cama,
ni tu sueño entre las sábanas, dime,
cómo iba a saber ella, o ellos, o cualquiera que el amor nunca ha matado,
que eso es cosa de escépticos, que creen que envenena y no,
no podían saber de ninguna forma que amarte es distinto al amor que todos predican.

Enviat per : Marina
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Los restos del naufragio

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Imagen extraída de la página web entretantomagazine.com (Elena Bargues)
Ayer se me ocurrió pensar
en cómo la vida nos atropella 
sin descanso, en cómo un instante
puede cambiarnos tanto,
sin quitarnos ese deje amargo
que nos recuerda lo que era
vivir sin a penas ser.

Es curioso ver
cómo un soplo
inclina el barco,
y cómo nosotros cambiamos,
siempre a merced
de las olas, tras cada
giro de timón.

Cómo las circunstancias
nos convierten en lo que somos:
malabaristas incansables,
comediantes,
monologuistas infinitos 
de un teatro llamado mundo
que pocas veces se deja morder.

Luego pensé en mí,
en cómo había sido
mi vida desde aquel
barco hundido,
desde el naufragio
de mi ser, siempre aferrado
a los restos del navío que fui.

Recuerdo que en ese entonces
alguien me dijo
que la verdadera fuerza
reside en uno mismo,
que la vida misma
es sólo
cuestión de voluntad.

Y tras ese golpe, que para otros,
hubiera sido el definitivo,
me alejé de mi navío,
aprendí a reírme de mis lágrimas,
a dejar el rencor en "El Hundido",
a perdonar a todos,
y a reinventarme a mi merced.

Algunos me llamarán loco,
pero creo que, a pesar de todo, 
la vida es un riesgo que hay que correr.
Enviat per : Marina
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Vivir es aprender a quererse a uno mismo

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Imagen extraída de la página web lapatria.com  
¿Quién sería yo
sin mi tontería
crónica de querer
tener a las personas cerca,
sin mis locuras
pasajeras y  mis
pequeñas estupideces.

Sin mis aires
cambiantes,
ni tintes
en el pelo,
sin mis decisiones
estúpidas, algunas 
a corto plazo.

Sin mis pequeños 
instantes en contra 
de la norma de llevar 
el cabello rubio
y el pensamiento
siempre dentro
de una bolsa?

¿Quién sería yo
sin mi intención
de vivir los daños
como hechos colaterales,
como riesgos calculados
de vivir intensamente,
de vivir como me place?

¿Quién sería yo entonces?
sino un completo desastre.
Enviat per : Marina
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Amapolas de a diario

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Esta imagen pertenece a Cazando Instantes (Juan A. Bafalliu Catalá)

Llevaba escondida, en la inconsciencia, una amapola: larguirucha y firme, casi tan viva como el recuerdo de los campos de antaño, que bailaban en sus gafas cuando, aunque despierta, no dejaba de dormir. Las flores le recordaban a las cálidas tardes de domingo que había pasado haciendo ramos silvestres muy cerca del río, hasta poco antes de ver caer el sol. Se daba cuenta de que los rayos iluminaban las espigas doradas que acompañaban a las amapolas en el vaivén del viento, pintando un lienzo infinito de añoranza y felicidad. La llamó una voz. ‹‹Ve con cuidado››, dijo. Y con una sonrisa en la cara, la niña se giró hacia su abuela, que ya había atado un ramillete de flores con el tallo de las mismas.

Todo esto rememoraba Alicia al calor del recuerdo de los juegos de pueblo, uno de los cuales consistía en tirar semillas de avena barbata en la ropa y luego contar las que quedaban enganchadas, símbolo inequívoco de los novios que se iban a tener. Volvió en sí tras unos instantes de desconexión. Alzó la vista y no pudo ver más que el despacho, un par de sillas en las que, más tarde, se sentarían nuevos clientes y un ramo de amapolas coronando el escritorio. Alicia era casi tan cerrada como los libros de la estantería, pero puedo asegurar que ese viaje a los campos de amapolas la hizo sonreír.

¿Que por qué lo sé? Porque esas flores me las regalé a mí.
Enviat per : Marina
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Uno de esos viajes

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Esta imagen pertenece a El ruido que deja el silencio (Marina Morell Pujadas)
Las anillas del autobús
se mecían por los giros
de ciento ochenta grados
que la banda sonora 
de mi vida daba
cuando el conductor 
cambiaba de carril.

Me hipnotizaron 
como solían hacerlo
los nubarrones de mayo,
que traían consigo el edén 
de mis días pasados por agua
y las luchas infinitas
de mis escamas
por reengancharse 
y así sobrevivir.

Proyectaban, las anillas,
casi el mismo infinito 
que encontraba en el abismo, 
triste añoranza utópica
de un vacío impreciso,
de una historia a la fuga
a la que nunca pude persuadir.

Y ya en el limbo
de mis pensamientos
más ficticios, las anillas 
parecían haberse difuminado,
así como los pesares
que todavía conserva mi vaso:
la imprenta de tus labios
siempre pintados
de color marfil.

Fue uno de esos viajes
en los que uno
puede llegarse a redimir.
Enviat per : Marina
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Diábulus in carmine

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Esta imagen es propiedad de El ruido que deja el silencio (Marina Morell Pujadas)
‹‹No hace falta que lo entiendas››
repetía el muy desgraciado
mientras jugaba a cargarse cometas
en el fondo de mi vaso,
y aunque me traían sin cuidado
los funerales de recuerdos calcinados,
ahora me devoran las cenizas
de esos retazos destrozados,
ahora me recuerdan que 
no me quedan ya más pedazos 
que los restos de una noche
abrazado al mismísimo diablo.

Si no aceptas mis demonios
mejor mira hacia otro lado,
porque arden más que queman
los favores de aguardiente
y las canciones a pecho cerrado
que acepté por ser inmune
a todos y cada uno de mis pecados;
pero no juzgues a la bestia
por oler yo tanto a quemado,
que los malditos cometas,
si digo verdad por ser poeta,
sólo yo los he matado.

Que los días me perdonen
por ser yo mi propio asesino,
por ser yo mi único diablo.
Enviat per : Marina
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