Lienzo en sangre


Imagen extraída de la página web arteinformado.com (Marian González-Brizuela)
Ando descalza sobre un lienzo que llevo manchando de sangre desde que nací. La primera vez que lo ensucié fue por haberme clavado una astilla, con tan mala suerte que al andar me abrió una pequeña herida en el pie, y desde entonces sigo ensuciando ese blanco que tenía al principio con trocitos de rojo vivo. Eso es vivir: sentir una astilla, clavársela, que duela. Encharcarlo todo de sentimientos, no dejarlo para luego, ni pasar por alto la importancia del color de la sangre. Al fin y al cabo la sangre es vida, y las heridas también forman parte de ella.

No hay mejor manera de explicar el tiempo que no existe, pues nos lo hemos inventado nosotros para tener noción del margen al cual nos enfrentamos. La historia se escribe con sangre, nace y muere con ella. Es tan bonito pensar que esas marcas son nuestras, fruto de nuestras intenciones, y de nuestra fe en nosotros mismos. Es realmente asombroso pensar que somos capaces de seguir andando aunque perdamos tinta por el camino, porque siempre nos queda un poco más de ella para seguir escribiendo.

No creo que haya nada más importante en todo el mundo que saber que sangramos al mismo tiempo que otros cientos de personas: por causas totalmente diferentes, o por cosas totalmente equivalentes.

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