Amapolas de a diario

Esta imagen pertenece a Cazando Instantes (Juan A. Bafalliu Catalá)

Llevaba escondida, en la inconsciencia, una amapola: larguirucha y firme, casi tan viva como el recuerdo de los campos de antaño, que bailaban en sus gafas cuando, aunque despierta, no dejaba de dormir. Las flores le recordaban a las cálidas tardes de domingo que había pasado haciendo ramos silvestres muy cerca del río, hasta poco antes de ver caer el sol. Se daba cuenta de que los rayos iluminaban las espigas doradas que acompañaban a las amapolas en el vaivén del viento, pintando un lienzo infinito de añoranza y felicidad. La llamó una voz. ‹‹Ve con cuidado››, dijo. Y con una sonrisa en la cara, la niña se giró hacia su abuela, que ya había atado un ramillete de flores con el tallo de las mismas.

Todo esto rememoraba Alicia al calor del recuerdo de los juegos de pueblo, uno de los cuales consistía en tirar semillas de avena barbata en la ropa y luego contar las que quedaban enganchadas, símbolo inequívoco de los novios que se iban a tener. Volvió en sí tras unos instantes de desconexión. Alzó la vista y no pudo ver más que el despacho, un par de sillas en las que, más tarde, se sentarían nuevos clientes y un ramo de amapolas coronando el escritorio. Alicia era casi tan cerrada como los libros de la estantería, pero puedo asegurar que ese viaje a los campos de amapolas la hizo sonreír.

¿Que por qué lo sé? Porque esas flores me las regalé a mí.

12 comentarios:

  1. Yo también recuerdo mis paseos por el campo en primavera llenos de amapolas. Hasta que la alergia me impidió hacerlo. Aún así cuando veo esa flor en algún sitio me acuerdo de cuando corría sin preocupaciones por aquellos campos. Supongo que nunca estaré tan cerca como entonces de la palabra libertad.

    Abrazos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡...Y que lo digas, Oski! ¡Qué tiempos! Lo que daría por poder disfrutarlos otra vez.

      Un abrazo grande.

      Eliminar
  2. Como as flores nos mudam a vida.

    Beijos

    ResponderEliminar
  3. Me has hecho recordar (con ganas, cariño y dulzura) esa época en la que hacía pulseras con margaritas. Cómo pasa el tiempo.
    Un texto increíble, gracias por hacerme viajar a mí a ese campo y sacarme una sonrisa.
    Una duda en cada charco en http://albordedetucama.blogspot.com.es/
    M.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, M. Me alegra haber conseguido transportarte a ese entonces. La infancia feliz debería ser obligatoria.

      Un abrazo :)

      Eliminar
  4. PD: Me llamo Mária, guárdame el secreto ;)
    (Sí, en efecto, acabo de leer tu comentario, prometo contestar con más esmero futuramente)
    Un abrazo, Mária.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Al fin te pongo nombre, Mária!

      Un abrazo y te espero en próximas publicaciones.

      Eliminar
  5. Son tan necesarios e imprevistos esos paréntesis en la rutina diaria... yo hay veces que me sorprendo enfrascada en recuerdos de la infancia... de la misma manera que el asesino siempre vuelve a la escena del crimen...nosotros siempre volvemos allí donde nos sentimos felices.Un abrazo fuerte de tu incondicional P.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y tanto, Pilar. Todos necesitamos un momento para evadirnos de todo.

      Te mando un abrazo muy grande. Gracias por seguir leyendo después de tanto tiempo.

      Eliminar
  6. i love you kisses albert

    ResponderEliminar

¡Siempre es un placer leer vuestros comentarios!