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Imagen creada por mí (Marina Morell) |
viernes, 27 de abril de 2012
Tiempo no me espera, Tiempo huye de mí
miércoles, 11 de abril de 2012
Pisando agua, creando comienzos
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Imagen extraída del blog Meu Olhar (Meu Olhar) |
Corrí aprisa contra el viento, con mis pantalones cortos de loca chiflada, y entré en la parada de metro empapada de ilusiones y de cuentos de hadas. Llegué pronto y sin saber qué dirección tomar ni qué vagón escoger para conocerte. Llegué sin saber dónde estabas.
Fui hacia la izquierda porque un impulso me tentó, y habiendo caído en tal tentación entré en el vagón que hacía siete desde la parte trasera del metro. Lo escogí porque estaba perfectamente calculado: con un cincuenta por ciento de error o éxito. Lo escogí porque sí, porque no y porque quizás. No podía haber nada más preciso.
Anduve de extremo a extremo del vagón; me paseé casi persiguiendo las frases exactas que mi mente dibujaba en mi subconsciente; y casi sin querer, como soñadora aferrada a encontrar la palabra perfecta para describir la vida en un sueño, el equilibrio de las frases se perdió como el de mis piernas al frenar el metro bruscamente.
Era esa la parada, pero estaba tan metida en el papel de soñadora que perdí los papeles y mi mente escribió en el aire, y yo solo podía quedarme mirando a la nada con cara de satisfacción, como cuando un niño sonríe sin entender nada. Me pasé la parada, y estaba segura de que estabas allí.
Una extraña sensación de vacío recorrió mi espalda y se clavó en mi pecho como un sorbo de whiskey y una calada a un cigarro. Lo sabía, sabía que debería haber bajado en esa parada; que no debería haber seguido hasta tan lejos, que no debería haberme alejado de la orilla de tu alma.
Aún en el tren, y maldiciéndome de diez maneras distintas, me senté en el suelo entristecida como niña al descubrir que los sueños solo viven en la mente. No había sabido bajar a tiempo, había dejado atrás mi destino… me había arrebatado a mí misma la oportunidad de verte por primera vez.
Habiendo salido de casa con la ilusión de siete años, volví teñida de azul, descosiendo sueños y dibujando realidades. Nunca más volví a buscarte, es cierto; pero créeme, nunca fue tan sencillo lamentarme, ni tan complicado echarte de menos.
jueves, 5 de abril de 2012
Cree en ti, y nada podrá pararte
El pasado enseña, el presente deja que vivas y el futuro te da la oportunidad. Es así, no hay vuelta de hoja: el miedo es la peor barrera; y la seguridad de tener la razón, el peor impedimento moral. Las piedras no tropiezan, nosotros sí. Y no existe mejor método. Tropezar implica nacer de nuevo, recrearse en lo que se hace mal, y animarse a ser más hábil que ayer: tanto en palabras como en silencios.
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Imagen extraída de devianART (Foxy-Feet) |
El secreto del buen vino es beberlo tarde, porque el sabor se concentra y el gusto recuerda que el tiempo esperado nunca fue perdido, y nunca fue en vano. Las uvas usadas en ese vino tampoco fueron pisoteadas en vano, se convirtieron en algo mejor; le dieron olor y gusto a la nariz y a las papilas gustativas de los que han sabido aprender que envejecer no siempre es malo.
Y ya sin más rodeos, digo que envejecer forma parte del ciclo sin fin, del morir perdurando y del vivir aprovechando cada enseñanza. Que no hay viejo más sabio que el que ha aprendido a morir viviendo, y ha muerto viviendo a cada segundo. Porque las hojas, las uvas y las piedras se pisan; pero el sonido, el aprendizaje y la espera se valoran.
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