Como quien oye llover, las manos aterrizan en las letras del teclado, vuelven loco al ordenador y disfrutan al margen de todo lo demás. Las letras tematizan el pensamiento y lo comprimen en esas once letras con las que se puede abarcar un mundo entero. Si pueden compactar el pensamiento en once letras, no soy capaz de imaginar todo lo que pueden llegar a decir en una sola frase. Se mueven solas, tienen algo que decir(me).
Y en cuanto me doy cuenta de que son las manos, y no yo, quienes dan vida a mi persona, me doy cuenta de que el pensamiento, inconscientemente, manda señales a las manos para hacerme entender que el corazón a veces ha llegado a pararse. Y es entonces cuando uno se da cuenta de que el corazón no es el órgano vital, sino la mente, porque el corazón muere varias veces en el camino, pero siempre hay fuerzas para seguir moviendo manos y seguir escribiendo sueños.
Y en cuanto me doy cuenta de que son las manos, y no yo, quienes dan vida a mi persona, me doy cuenta de que el pensamiento, inconscientemente, manda señales a las manos para hacerme entender que el corazón a veces ha llegado a pararse. Y es entonces cuando uno se da cuenta de que el corazón no es el órgano vital, sino la mente, porque el corazón muere varias veces en el camino, pero siempre hay fuerzas para seguir moviendo manos y seguir escribiendo sueños.
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Imagen extraída de Revista Comunicar (Jacqueline Sánchez Carrero) |
Recuerda,
el pensamiento late por dos.