Hielos fundidos en invierno

Recuerdo nuestros esfuerzos por salir en pleno invierno, se nos helaba la nariz, la voz. El mundo se hacía hielo. Teníamos las manos heladas, a pesar de llevar guantes; las orejas, rosadas; el corazón, contento. El miedo también se congelaba. Era en nuestras noches frías donde las palabras se congelaban, y sólo conseguían inmunizarse las caricias, los besos, las sonrisas. La noche era nuestro momento perfecto: el silencio de la misma, la inmensidad del cielo estrellado que se ve desde el refugio que hicimos nuestro detrás de tu casa...

Imagen extraída del blog Caballero español
(José Luis Álvarez Femosel)
Deseábamos tanto hablar que sin articular palabra nos entendíamos. Nos mirábamos a fuego lento, enrojecíamos, nos deshacíamos. Ya no sabíamos si temblábamos de frío o de nervios, nos sorprendía la luna y se advertía en ella una tímida sonrisa. Costó tanto llegar a tenernos, a olvidarnos de todo y a arriesgarnos. No se hizo en un día, eso pueden asegurarlo, pero cada día era necesario. Recuerdo tus manos buscando mis manos como nunca antes lo había soñado. Llevaba tanto tiempo queriendo ser yo misma, deseando abrazarte y decirte que eras distinto a los demás, que despertabas en mí la necesidad de tenerte siempre cerca.

Y en un momento, el hielo se debilitó, dejamos de pasar frío, esperábamos desesperadamente el momento, quizás por los nervios de intentar pronunciar astillas que luego se clavarían ardientes en el pecho. Yo me acurruqué a tu lado, sonreía, esperaba con ganas lo que querían decirme tus labios. El momento terminó en un beso que interpreté casi mejor que el idioma. Me valía tu forma de decir sin palabras, y entendía que nunca antes se lo habías demostrado a nadie. Era la única con la que siempre tuviste valor y ganas para enamorarte, por eso tenías tanto miedo. Quizás yo también lo tuve, te busqué en otra gente, en otras caras, no había nadie como tú. Me gustaba quererte, sentía que tus ojos solo podían mirarme a mí, que era especial. Y ya casi había olvidado el mundo, el frío en las manos, las orejas rosadas, cuando terminaste por decir lo que marcó nuestro 10 de Diciembre: 'ya no tengo miedo, quiero estar contigo'.

Diciembre vuelve, y vuelve el frío, las narices heladas, las orejas rosadas y los abrazos cálidos. Las miradas clavadas, los 'no te vayas todavía'. Las sonrisas de verdad, las torcidas, las que muestran los dientes. Los besos de buenas noches y los 'te echaré de menos'. Después de tanto tiempo he comprendido que el invierno siempre ha sido tuyo y mío.

7 comentarios:

  1. Es muy bonito ^^

    Me ha gustado muchísimo :) Nunca olvidaré esos días de invierno :)

    Jamás ^^

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  2. Muy buena entrada el invierno deja huellas en nuestro alrededor y dentro nuestro tambien

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  3. Una buena manera de afrontar el frío, compartiendo los minutos con la persona amada :)

    Al Taller hi ha un nou text, parlant del final de l'estiu i l'arribada de les rutines...

    Un petó!!

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  4. El invierno es triste, melnacólico, nostálgico y gris. Y no hay ninguna otra estación tan hermosa.
    Un verdadero placer leer tus palabras.
    Me tomo el atrevimiento de seguirte desde este mismo instante

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  5. Un placer leerte! Me ha gustado mucho esta entrada, me encanta el invierno, el frío, hace que me sienta viva. Te sigo! Encantada!

    Saludos
    Paula

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  6. Primero, muchas gracias por tu visita, y en segundo lugar, ayy no sabes como te entiendo, el invierno, ese que llega ahora, tan lleno de abrigo y de frío y de recuerdos tan hermosos. Preciosa entrada. Un beso grande

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  7. Hay calores autogenerados que hacen que el invierno no precise de calefacción.

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