Imagen extraída de la página web bandejadeplata.com (Carlos Fernández Castro) |
¿Y qué soy yo sin ti? Un montón de frases sin terminar, sin decir absolutamente nada. En mi cabeza está todo, tus manos, tus ojos, tus abrazos. Tus risas y tus comentarios. A decir verdad, me miento muy a menudo, porque tengo miedo de echarte demasiado en falta. No es bueno, y vuelvo a ser injusta en todo lo que pienso, porque te pienso a deshoras y me arrepiento de no tenerte conmigo. Es injusto provocarte más dolores de cabeza de los que ya te he provocado; así que ya he pasado por la primera faceta del rechazo, que es el dejar de enviarte canciones, escritos; de contarte que te quiero y que me da miedo sentirlo. Ahora me guardo todo eso para no dolerte más, solo te muestro escritos que no dan pie a un nosotros, ni a un pasado que hemos creado los dos. No conviene desarmarte de nuevo, no, no... Cuanto menos te pienso, más vacía me siento; pero es que ya no me apetece pensar en ti. No es que haya otro hombre que me quite el sueño, y probablemente no lo haya hasta de aquí mucho tiempo; es solo que ya no me parece que tenga que molestarme en hacerlo, me has apuñalado demasiado, y en demasiadas ocasiones. Y me duele, de veras que me duele, pero hoy, y lo digo enserio, empiezo mi vida. Lejos de aquí, lejos de ti; como debería haber hecho hace mucho tiempo. Sin arrepentimientos y sin rencores, porque te quiero, pero ya no me dejas sin aliento. Hoy, día treinta y dos, me olvido de ti, y de tus puñales.
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