Cenicienta no fue al baile


Imagen extraída de la película Disney La Cenicienta
Te vi mirarme anoche, y la anterior… y la otra. Me pone nerviosa que me mires tan fijamente, como si no hubiera nada más importante que yo. Ahora también me estás mirando… y me pone realmente de los nervios, pero no puedo evitar que me guste que lo hagas.

Tú ahí, a lo lejos; y yo aquí, con mi vestido impecable. Me convirtieron en algo que desprecio totalmente; yo no soy esta muñeca con cien quilos de buenos modales y quinientos gramos de maquillaje, me han disfrazado entre todos… y yo no he dicho que no.

Sabes perfectamente que soy un completo desorden, pero parezco ordenada; entiendes que sea incomprensible en cuanto a discusiones se refiere, pero aún así sigues permitiendo que me enfade. Supongo que deberé estar guapa así; sino, no me lo explico. Soy una sombra con vestidito azul, pero nunca he sido princesa y de hecho tampoco me apetece serlo. Aún así, siendo tú el principito descolorido, puede que haga un esfuerzo por bailar contigo al final del cuento. Desde luego tú tampoco eres este muñequito galán que siempre he querido que fueras. Ya no me gustas de príncipe apuesto, prefiero que seas el desastre de hombre que me quiere pero no es capaz de invitarme a bailar. Prefiero que te quites el traje y te pongas tus pantalones de deporte, tus bambas con la suela medio despegada y me preguntes que si me apetece salir a pasear. Ese eres tú: un completo caos, un caso perdido… exactamente lo que me apetece encontrar.

No es cuestión de arrugarme el vestido tan pronto, pero por ti quizás lo haga. O puede, incluso, que me cambie de ropa y me ponga encima todo lo que soy: unos pantalones largos, unas Converse bastante sucias, y una camiseta escogida al azar con los ojos medio cerrados y el corazón medio dormido al levantarme. Yo no soy un vestido, soy un desastre; y como tal prefiero que me desees así, sin porcelanas de por medio, que valgo más que eso.

Y ya ves como son las cosas, me hicieron Cenicienta, pero hoy no he ido al dichoso baile. Al poco rato de llegar al gran salón donde supuestamente se celebra me he escapado de todo el mundo, y me he puesto a dar vueltas por los pasillos buscando una salida. He llegado a la puerta grande sin vestido ni peinado perfecto, he llegado en pantalones y hecha un estropicio. Con el pelo despeinado y el maquillaje corrido.

Unos segundos antes de abrir la puerta he pensado en ti, y he supuesto que mientras yo huía tú estarías bailando con otras muchas chicas mejores que yo, pero al salir de palacio te encuentro allá sentado, con tus pantalones de chándal y tus bambas medio rotas. Nunca te había visto más guapo en toda mi vida.
La gente nos mira, pero eso ya da igual. Me muestro ante ti como soy: desastrosa, sincera y terriblemente desarreglada; pero tú… tú no dejas de mirarme, y eso me encanta.

2 comentarios:

  1. Me encanta en este texto cómo describes a la "princesa" y al "príncipe", es algo que sinceramente me gusta más que las princesas y los príncipes convencionales, ahí se ve la verdadera realidad de los cuentos de hadas :D

    También me gusta mucho el final, en el que se encuentra al "príncipe" sentado esperando a la "princesa", cuándo ésta se pensaba que estaría con otras chicas, eso demuestra que el "príncipe" y la "princesa" están hechos el uno para el otro, realmente me gusta mucho.

    PD: P e m.

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  2. Precioso, buenísimo. Me ha encantado... bravo!

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