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EL TÚNEL

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EL TÚNEL



Uno ya ha estado varias veces en el mismo túnel, pero nunca lo ve llegar. Nadie da crédito, según parece uno debería ser capaz de verlo venir a kilómetros, pero lo cierto es que muchas veces no hay señales, o las pasamos por alto, o nos las saltamos a la torera. El caso es que cuando uno quiere darse cuenta está en el maldito túnel de nuevo, sin las luces puestas y a toda velocidad. Pasado de vueltas. Revolucionándose por momentos y sin frenos que valgan. Es en la inmensidad de la nada cuando uno reconoce el terreno y siente el instinto de huir lo más rápido posible, quizás porque ya sabe cómo va el tema, tal vez porque conoce sus consecuencias. 


Uno ya ha estado varias veces en el mismo túnel, es cierto, y aunque no acierte a describirlo con suficiente claridad hay elementos que son inamovibles. El velocímetro siempre a lo que dé la máquina, las revoluciones tres veces por encima de la media, y un largo camino oscuro por delante sin líneas que guíen la trayectoria. Hay un momento en el que uno se da cuenta de que la salida sigue siempre a la misma distancia por más que acelere, por más que fuerce el motor, por más que cambie a suspensión rígida y pretenda estar en un superdeportivo. 


Es entonces cuando uno debe darse cuenta de que está enfocando mal el asunto y que debe reducir marcha. La tarea más difícil del mundo. A veces, el conductor no puede hacerlo solo, y a veces, hacerlo solo es la única baza que le queda. Si ha tenido éxito en el proceso, el velocímetro vuelve a números legales, las revoluciones se reducen y la máquina cambia a suspensión blanda. En ese momento la carrocería, el cuerpo y la mente dejan de aferrarse con tanta fuerza al asfalto oscuro del túnel que no termina, y el piloto se da cuenta de que lo que andaba revolucionado no era el trozo de metal. Y ahí es cuando uno sabe que ha estado castigando algo más que una mera caja de cambios. 


Cuídense. 

Y cuiden a quienes les rodean. 

Nunca se sabe en qué túnel se encuentra cada uno. 


Enviat per : Marina
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Huracán

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                                                                 Imagen de PublicDomainPictures en Pixabay

Soy de las buenas y de las malas. De las de primero café por las mañanas, antes de dar los buenos días y ponerme las ganas. Soy de las que no preguntan y primero disparan, de las que pierden, y de las que arañan. Soy de las que están como una cabra, de las cabezotas, de las que siempre echan de menos y aman de más. De las imperfectas, de las incorrectas, de las risueñas y de las malhabladas. De las que hablan sin tapujos, de las que las sueltan dobladas. Y de las desconfiadas. Joder, sí, de las desconfiadas. De las que esperan la mordida, en vez de caricias en la espalda. 

Soy zurda, piscis y fácilmente impresionable. Insegura hasta las trancas, pero luchadora, fuerte y guerrera cuando estoy al borde del precipicio y con caminar no basta. Que voy con todo, hacia adelante, con peso o sin él. Que a burra no me gana nadie. Que soy trabajadora, organizada y dura como un puño pegando una tabla. Soy diferente. Soy profesora por las mañanas, trapecista cada tarde, y bruja todas las madrugadas. Pero a mí no podrán quemarme, porque soy puro fuego, soy los incendios que siempre he llevado dentro, pegados a mis entrañas. 

Si me miras, puede que me veas arder por los ojos, porque no me faltan las ganas. Pero si te atreves a mirar detrás del cristal azul, del fuego, de las cecinas y de las ganas, probablemente encuentres tres o cuatro indecisiones que me están matando cada noche. Probablemente me veas vulnerable, como no me has visto en la vida. Pequeñita, muy pequeñita. Diminuta; a ratos, minúscula. Sin querer fingir que todo está bien. Y no me da miedo admitirlo: que soy mujer de extremos en muchos aspectos de mi vida, fuego y agua a partes iguales; fuerte y débil según voy viviendo; expresiva e invisible sin tonos grises. 

Soy de las que escribe "ve con cuidado" cuando alguien tiene que coger el coche, de las que se aseguran de que no le falte a nadie de nada si puedo evitarlo. De las generosas, de las honestas. Y de las egoístas también. De las que se dan tiempo para sí mismas, de las que quieren hacer lo que les apetece cuando les apetece. Joder, ¿y qué le hago? Si soy de las que viajan, de las que se pasarían horas en la bañera, de las que gritan en los conciertos, de las que cantan a pleno pulmón en el coche, sintiendo cada palabra. 

Soy yo misma. Soy lo que han hecho de mí la vida, las personas, los errores, las decisiones y la falta de ellas... porque todos sabemos que no decidir también es una decisión. Soy un desastre al completo, un despropósito bonito, con algo de encanto, pero no demasiado. Soy un puto huracán a punto de pasarte por encima. Soy la tormenta que precede a la calma, y al mismo tiempo todas las tormentas que me han llovido dentro. Soy un Lamborghini sin faros a 250km/h en línea recta. Un avión que quiere despegar, un pasaporte con historias por sellar. Soy todas las cosas que nunca pude imaginar. Y aun así, sigo siendo, al mismo tiempo, todas las cosas que esta hoja no alcanza a amontonar. 

Enviat per : Marina
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Velas por bandera

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Imagen extraída del blog cuantabondad.blogspot.com (Argan)
Lo difícil no fue arriar las velas de la humildad, ni fijar rumbo
a mis propios acantilados.
No fue precipitarme a la cubierta de mi vida,
ni definirme a medias tintas entre el babor o el estribor
de mi navío a la deriva.

Lo difícil no fue saquearme por dentro,
o perder ante mí misma,
o coserme las heridas a diestro y siniestro.
Lo difícil no fue acorazarme entre cañones,
ni quemarme en un mar ahogado de indecisiones.

Lo difícil no fue herirme combatiendo por mis metas,
ni balancearme por la tabla de los miedos,
ni aprender, si quiera, a soñar despierto como suelo hacerlo.
Lo difícil no fue marcar el no lugar por rumbo,
sino soltar el timón, dejarlo abandonado.

La complicación estaba en dejar a Fortuna soplar
mis lonas negras a contracorriente,
hacia la punta opuesta de mis intenciones,
sin argumentos sólidos de por medio,
sin declaraciones rutinarias. Dando palos de ciego.

Lo difícil, ciertamente, no fueron ni el saqueo, ni la derrota
ni el rumbo, ni los miedos.
Lo difícil, quien quiera entenderlo,
fue sentirme pirata
en un mundo monótono. Y austero.
Enviat per : Marina
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