me calas los huesos casi tanto como el frío por las mañanas, cuando el paraviento de mi chaqueta no funciona y los recuerdos encuentran la manera de filtrarse por los descosidos de mis excusas.
Quiero que sepas que estoy bien, que el sol calienta poco, pero que el frío me acaricia como si fueras tú. Puedo revivir nuestro diciembre una y otra, y otra vez como si fuera un juego sin despedidas, como si estuvieras aquí. Es divertido, incluso necesario. Recuerda que nuestra historia está anclada en el frío, en el círculo cerrado de los inviernos que nos quedan por compartir.
El invierno siempre vuelve, y tú con él. Qué suerte tengo.